Hoy me levanté más temprano que de costumbre. Decidí a empezar, por vigésima cuarta vez en este año, el gimnasio. Además de las carnes flojas, tengo problemas de espalda y una postura al estilo “El Jorobado de Notre Dame” que debo corregir.
Empecé hoy, martes, porque ayer falté. Sí, falté el primer día. Y bueno, imaginarme con mancuernas en la mano o caminando en la cinta era un panorama tan espantoso y desalentador para comenzar la semana, que decidí postergarlo y empezar un día después.
Pero basta de preámbulos y vamos a la acción.
La secuencia de hechos que me sucedieron esta mañana parecía una parodia del cine mudo, pero a color.
La misma se detalla a continuación:
Empecé hoy, martes, porque ayer falté. Sí, falté el primer día. Y bueno, imaginarme con mancuernas en la mano o caminando en la cinta era un panorama tan espantoso y desalentador para comenzar la semana, que decidí postergarlo y empezar un día después.
Pero basta de preámbulos y vamos a la acción.
La secuencia de hechos que me sucedieron esta mañana parecía una parodia del cine mudo, pero a color.
La misma se detalla a continuación:
1. Sonó la alarma 7:30.
2. ¿Postergar o apagar?, me preguntó el celular.
3. Postergar 10 minutos, respondí apretando un botón.
4. Dormí 10 minutos más, en realidad, me desmayé sobre el colchón 10 hermosos minutos más.
5. Volvió a sonar la alarma.
6. ¿Postergar o apagar?, me preguntó el teléfono otra vez.
7. Postergar 5 minutos, fue mi respuesta.
8. No me podía levantar. Cerré los ojos y me sumergí en ese entresueño acogedor, esos adorables 5 minutitos más que son reparadores para el alma.
9. La alarma sonó una vez más.
10. ¿Postergar o apagar?
11. Postergar 5 minutos. “Después de estos 5 minutos me levanto sí o sí”, pensé.
12. Me desplomé una vez más, y hasta soñé que estaba en la playa.
13. “Arriba Juan, arriba Juan, ya cantó el gallito…” la canción que uso como despertador sonó por cuarta vez.
14. ¿Postergar o apagar?
15. Apagar, elegí esta vez. Ya no la podía estirar más.
16. Me destapé para despabilarme más rápido
17. Apoyé los pies en el piso, al costado de la cama y me obligué a levantarme. No tenía demasiadas ganas.
18. Fui al baño y mientras meaba, hice un simple cálculo matemático.10+5+5=20
19. Volví corriendo a mi dormitorio y en el apuro, me golpeé el dedito del pie contra la pata de la cama.
20. Mientras saltaba del dolor, hice otro simple cálculo estimativo del tiempo restante. Si había estado 20 minutos haciendo fiaca, sólo me quedaban 5 para cambiarme, arreglarme, irme de mi casa y llegar a tiempo a mi primera clase en el gimnasio.
21. Me puse lo primero que encontré. Un par de calzas negras, una remera holgada gris con un símbolo de la paz, soquetes blancos y zapatillas blancas (las únicas que tengo).
22. El dedito me latía.
23. Dejé todo el cuarto desordenado y la ropa tirada por todos lados. Un caos.
24. Me choqué el hombro contra un mueble mientras corría de nuevo al baño.
25. Me miré al espejo. Estaba hecha un espanto.
26. Me lavé la cara con agua bien fría para intentar bajar la hinchazón de los ojos.
27. Me até la maraña ingobernable que tengo de pelo con una hebilla negra. No tenía tiempo para peinarme.
28. Todavía tenía la almohada pegada a la cara.
29. Me puse los anteojos de sol. Debía esconderme detrás de las gafas para salir a la calle y enfrentar a la sociedad con esa cara.
30. Agarré la mochila y las llaves de mi departamento y salí corriendo.
31. Casi me resbalo en el pasillo recién encerado.
32. Bajé hasta la planta baja en el ascensor.
33. Justo estaba entrando la vecina del 4to B al edificio así que ni siquiera tuve que abrir la puerta del hall de entrada. Ahorré un par de segundos con esta acción.
34. Las dos cuadras hasta el gimnasio las hice casi corriendo.
35. Llegué. El reloj decía 8:01.
36. “Hola Maria”, escuché una voz gruesa en mi espalda, casi como un susurro en mi oído.
37. Giré para ver de dónde venía esa seductora voz masculina
38. “Hola”, le respondí al profesor del gimnasio “Casi llego tarde. Mil perdones. Me quedé dormida.”
39. “No hay problema”, me respondió. Bajó rápidamente la cabeza y se retiró al sector de aparatos. Desde allí me llamó para que empezáramos con la rutina.
40. DANGER. Una alarma interna de peligro sonaba en mi cuerpo.
41. DANGER. Algo estaba mal.
42. DANGER. El profesor me había susurrado al oído un insinuante “Hola” y después, de golpe, había salido espantado ante mi respuesta.
43. DANGER. ¿Había dicho algo fuera de lugar? ¿Algo que lo hubiera ofendido?
44. DANGER. El sensor interno seguía sonando.
45. DANGER. Detecté la falla. Me quería matar. No habían sido mis palabras las que habían ahuyentado al musculoso, era mi repelente aliento hediondo de ultratumba matinal capaz de derretir el pavimento el que lo había hecho. Recién ahí me di cuenta. Me había ido de mi casa sin lavarme los dientes…
20 de septiembre de 2011 – Diario de Maria Pena, mujer entusiasta, acostumbrada siempre a dar aliento a los demás…
jajajaj excelente!
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