Estoy atada a ti. Enlazada a tu presencia. Con una necesidad constante de contacto, de sentirte cerca. Porque es esa unión de nuestros cuerpos la que ansío cada segundo. Todo el tiempo, la deseo. Me embriaga tu presencia. Me urge tenerte conmigo, apoderarme de ti y que tú hagas lo mismo conmigo. ¡Bendita hipnosis de placer en la que me sumerjo cada noche! ¡Sagrado apetito voraz de comunión entre dos almas es el que vibra en cada uno de nuestros encuentros! Dos cuerpos que se fusionan, se mimetizan. Uno, el mío; tibio, urgente, ondulante e inquieto. Otro, el tuyo; calmo, pasivo, rígido e inmóvil. Estoy atada a ti. Más bien, estoy pegada a ti. Pegada a MI COLCHON. Cada mañana es una tortura levantarme para ir a laburar…
16 de septiembre de 2011 – Diario de Maria Pena, mi sangre y tus resortes, mi piel y tu tela, mi redondez y tu cuadratura… Estamos hechos el uno para el otro…
BONUS TRACK: Aprovechando este ataque de castellano neutro, de tanto “tú” y “ti”, aprovecho la oportunidad para aclarar que me he comido un emparedado que guardé en el refrigerador de la oficina. ¡Estaba exquisito! Además, en la nevera guardo también mi malteada, un par de plátanos y media porción de pastel de fresas. La goma de mascar la tengo en el aparador. En la oficina no hay alcoba, porque de haberla, ya me hubiera desprendido el sostén y arrojado sobre las cobijas sin mucho platicar con mi jefe. Pensar en recostarme me trajo tu recuerdo… ¡Ya! Me tomo el elevador, bajo hasta la acera y subo al autobús. ¡Qué ganas de estar en mi recámara contigo, recostada sobre ti escribiendo en mi ordenador! Tú, mi amante nocturno, MI AMANTE COLCHÓN.
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