Me viene la imagen de mi abuela cuando éramos chicos, diciéndonos que mirar demasiada tele nos iba a hacer mal. Literalmente, nos aseguraba que estar frente al televisor “nos iba a atrofiar el cerebro”.
Queridísima abuelita, mi infancia televisiva ha sido determinante en mi vida. No sería quien soy de no haber pasado largas jornadas frente al chupete electrónico consumiendo felicidad en estado puro. La tele es maravillosa. Me permitió extender mi horizonte, abrir mi mente y proyectarme como agente protagonista de esta sociedad. Pero, qué mejor ejemplo para hablar de las virtudes de pasarse horas y horas frente al televisor, que recordar “El Chavo del 8”. Valores tales como la humildad, el respeto, la amistad, la lealtad, la tolerancia, el amor y la gratitud eran moneda corriente en la vecindad de ese dulce huerfanito que conquistó nuestros corazones. Aprendí a trascender las contingencias de la mano de esos personajes adorables que a través de la pantalla entraron en nuestros hogares y formaron parte de nuestra historia. Pero la vida, no es un lecho de rosas. Y ellos, nos siguen enseñando. No nos han soltado la mano, ahora que la mayoría de nosotros, los que crecimos con una merienda y la tele prendida mirando al Chavo, ya somos adultos. Todos tenemos defectos y miserias, y de eso también hay que hacerse cargo. ¿Quién no esconde un muerto en el placard? Todos. Roberto Gomez Bolaños y su pandilla, no son la excepción. Pero más que un difunto en el armario, estos tenían un cementerio sobrepoblado de cadáveres. Quico le entraba a Doña Florinda, que a su vez era la esposa del Chavo. Don Ramón le dio masa a la Chilindrina y a la Bruja del 71. El señor Barriga era puto y se gastaba todo lo recaudado de la renta en fiestas negras y partuzas.
¡Llevaban una doble vida! ¡Me robaron la inocencia libertinos lujuriosos! Me siento ultrajada. Papá Noel son los padres, los Reyes Magos no existen y los personajes del Chavo, ¡más que una vecindad, tenían un cabaret! (Che, si organizan alguna fiestita del reencuentro, llamen...)
6 de agosto de 2011 – Diario de Maria Pena, ya estoy pudiendo hablar del tema gracias a Dios. Estoy dando el primer gran paso… Es de lo único que hablo en terapia.
Dedicado a mi analista que me está ayudando a sobrellevar este trago amargo.
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