Tanto pedir que me dieran, que me dieran, que al final, un ser bondadoso se apiadó de mi alma necesitada y me dio. Sí. Ya es oficial. Me dieron.
No va a ser nada fácil borrarme esta expresión de júbilo del rostro. Tengo una sonrisa de oreja a oreja que me atraviesa la jeta de punta a punta. Es que algún día me tenía que tocar. Tanto lo deseé. Tanto lo imaginé. Tanto lo pedí, que al final, uno me dio, digo, se me dio. Me dio. Me dio por adelante, por atrás y hasta por las orejas. No dejó ángulo de mi cuerpo sin recorrer.
El tema de la desnudez en un principio me incomodó un poco. Hacia meses que no me ponía en pelotas delante de nadie. La luz tenue de la habitación ayudó a que me fuera desinhibiendo. Cuando sus manos tocaron por primera vez mi cuerpo, me estremecí por completo y no pude evitar emitir una exhalación profunda de placer. A esta altura, ya estaba jugaba. Nerviosa, sí; pero entregada al placer. Ya no me importaba lo que pudiera pensar él de mí ni de mi cuerpo desnudo. Decidí dejarme llevar por la situación, sin prejuicios y disfruta.
Fue un turno. Tan reparador. Tan simple como eso. Fue como una inyección de vida. Es increíble a veces reconocer, lo simple que puede ser, hacer feliz a una mujer. Un turnito, y ya. Soy otra. Llena de vida, de proyectos, relajada, vital, renovada, rejuvenecida, jovial… Y todo por una hora de placer. Del más exquisito néctar.
Doscientos pesos le pagué. Sí. ¿Y, qué? Doscientos pesitos ganados con el sudor de mi frente. Doscientos pesos por un service. Los doscientos pesos mejor invertidos de los últimos 8 meses por lo menos.
No lo conocía de antes. Él tampoco a mí. Todo fue convenido por teléfono. Sus datos me los pasó una amiga. Después de cómo me dejó, se ganó una clienta para toda la vida. Se los recomiendo. Se llama Hernán. El sólo hecho de escribir su nombre ya me causa escalofrío. Recuerdo sus manos y retrotraigo espiritualmente a aquel momento…
De lo único que me arrepiento es de no haberlo hecho antes. Prejuicios y habladurías populares de las que una se hace eco.
Hernán es magnífico. De verdad, se los recomiendo. Tomen nota: Dr. Hernán Hontas, quiropráctico, kinesiólogo y osteópata. Te acomoda todos los huesos. Atiende en su consultorio. Hay que solicitarle turno telefónicamente a su secretaria. No atiende por obra social. Por $200 te da con todo, pero te deja como nueva.
1 de octubre de 2011 – Diario de Maria Pena, mujer sin contracturas en la espalda que comienza a barajar la posibilidad de tomarse un TAXI un sábado a la noche. (Sí, un TAXI BOY)
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