Me encanta que me digan que soy una mujer orquestra. Me levanta la autoestima y me siento orgullosa de mí misma cuando alguien me describe como una mujer versátil. Pero con lo de “mujer circo”, el verdulero se fue al carajo. Todavía no entiendo si me quiso decir un halago o un insulto. Quizás, asoció la heterogeneidad y los múltiples talentos de los artistas circenses con mi ductilidad y lo polifacético de mi carácter. O, tal vez:
· Me miró de cerca y me vio los bigotes, entonces me asoció a la mujer barbuda.
· Sabe que con la miseria que gano por mes para llegar a fin de mes debo ser maga o malabarista.
· No me quiere faltar el respeto, y en lugar de llamarme petera o bultera prefiere referirse a mí como una bastonera o tragasables.
· Cree que por mi gordura y el ancho de mis brazos puedo perfectamente ocupar el lugar de la mujer forzuda.
· Alguien del edificio le fue con el chimento de mi larga abstinencia sexual y presume que me gustaría recibir un cañonazo del hombre bala.
· Reconoce mi capacidad de entusiasmarme con las promesas de cualquier pelotudo y me ve como una gran fantasiosa o ilusionista.
· Supone que el color verdoso de mis ojeras y mi palidez extrema corresponde al maquillaje de un nuevo estilo de payaso bizarro.
· Se enteró cómo fue que me dejó mi ex y entiende que estoy acostumbrada a los actos de escapistas.
· Sabe de mis largos eructos diciendo el abecedario completo y me cree soy ventrílocua.
· Escuchó u olió algunos de mis pedos y comprende que puedo ganarme la vida como lanzafuegos.
4 de octubre de 2011 – Diario de Maria Pena, “mujer circo”. Desde ya, por la gran cantidad de boludeces que digo por segundo podría ser, sin lugar a dudas, en lugar de mentalista, mentausente.
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