"La palabra se ha dado al hombre para que pueda disfrazar o encubrir su pensamiento.”
Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord
Un anónimo agregó “Si pusiéramos palabras a nuestros verdaderos sentimientos y pensamientos, viviríamos aislados.”
¡Este es el quid de la cuestión! El secreto de mi vida. El meollo del problema. La esencia de este gran brete en el que estoy metida, el punto más importante del conflicto, el porqué de mi soledad…
¡Mi lengua y mi cerebro están conectados! Digo lo que pienso. Me describo tal cual soy y hablo de mi entorno con la misma sinceridad.
Sé, que a mucha gente, le molestan las personas así. Les incomodan aquellos que no usamos las palabras para enmascarar, sino para describir la realidad.
Me encanta llamar a las cosas por su nombre, pero es increíble como esto resulta peligroso para muchos y hasta desafiante o de mal gusto para otros. No hablo de crueldad a la hora de la frontalidad, pero sí, de coraje y realismo.
Hay demasiado careta dando vuelta… Demasiada presión, para que nos vean felices y exitosos. Lo bueno que nos pasa, se exagera y se lo publica en cuanta red social exista, obviamente, sobredimensionado, y hasta en ciertos casos, completamente irreal o fingido. Lo malo, se oculta debajo de la alfombra. No se lo menciona, se lo justifica o se lo minimiza.
Amo las palabras, pero también reconozco que estás son el refugio de los hipócritas y mentirosos. Los embusteros. Las palabras sirven para disfrazar realidades y esconder deshonras o crear paradisíacos universos paralelos más acordes a lo que queremos que los otros crean de nosotros, y no, a lo que verdaderamente somos. La palabra es tan poderosa, que sirve tanto para engañar a los demás, como también, para engañarnos a nosotros mismos…
16 de junio de 2011 – Diario de Maria Pena, mujer de lengua filosa condenada a la soledad de por vida.
Me voy a tener que coser la boca si quiero conseguir novio... changos!
ResponderEliminarsi Maria, tenes toda la razón.... yo lo llamo sincericidio y sufro de sincericidio... la única suerte las personas que me conocen y me quieren me aceptan así y las que no se han alejado sólitas y siempre que me preguntan algo respondo lo que pienso y no me arrepiento...
ResponderEliminarLaura
¡Sofía, cosétela o directamente cauterizátela!
ResponderEliminarLaura, ¿será una enfermedad el sinceridio? ¿O una forma de aniquilación masiva?
Y un día una se "urbaniza" y aprende a que no puede ir por la vida: "diciendo verdades" no porque lo que una tenga que decir no sea verídico, sino porque la gente no tiene ganas (la gran mayoría) de escuchar verdades. Entonces tenemos al imbécil que nos gusta delante nuestro, haciendo un claro despliegue de toda su idiotez, porque le gustamos, pero no se anima a reconocerlo, o porque tiene novia hace años y no se anima a dejarla, o porque nació así, simplemente con "discapacidades diferentes" Y UNA NO LE PUEDE DECIR NADA, una no puede decirle: "dale!!!! campeón!!! que te gusto y se te re nota" porque se asustan. No puede porque está mal visto, porque no da. Y una debe morir en el silencio, si está urbanizada, claro. Porque "hay mucha gente que no quiere escuchar verdades, porque la verdad es que no se preguntan porque tiene miedo a oír sus propias respuestas"
ResponderEliminarPerdón Ma Pena, pero ando recaliente con un temita, recientemente y te leo y me pinta el Black Sabbath, justo tu blog, no hace más que arengarme a salir a romper cabezas! Besos, es muy bueno lo que tenes para decir!
ResponderEliminarBueno, depende....
ResponderEliminarHay varios tipos de "honestos" y hay varios tipos de "hipócritas". Todas las generaciones --porque eso viene en el chip-- criticamos a la anterior por un grupo de actitudes que englobamos como "hipocresía". Luego declaramos formal y contundentemente que "decimos lo que pensamos" ¡PORQUE NOS ATERRARÍA TENER QUE ADMITIR QUE SÍ NOS IMPORTA EL QUÉ DIRÁN"
...excepto que el qué dirán que rehuimos no es el mismo que rehuían nuestros padres. Ellos no querían ser juzgados como incorrect@s, irresponsables, putas... you know the drill. Y nosotros no revelaríamos ni bajo tortura que somos taaaaaaaaaaaaaaannnnn normales que la línea base del promedio podría trazarse sobre nuestras vidas. Que somos conformistas. Y que somos más convencionales que el Papa!
Y para muestra, un botón: ¿cuánto quieres apostar que el chip del "sincericidio" no se nos dispara con el jefe? ¿o con los bouncers de los bares? ¿o con el vecino que es un mafioso y narcotraficante conocido? ¿o con la directora del colegio de nuestros hijos? (dizque: ¡váyase a la mierda, vieja del culo... si no le gusta como yo pienso, cancélele la matrícula al niño. Y váyase a cobrarle el mes a su abuela!)