Por alguna razón, quizás biológica, quizás cultural, cuando nos enamoramos se incentiva la creatividad, claro que no todas las creatividades son geniales y muchas veces se cae en la cursilería barata.
El excesivo romanticismo pegajoso y la estupidez, tienen mucho en común. De lejos, hasta se confunden…
En Argentina, se le llama “pasacalles” a una especie de pancarta de tela (hecha por ejemplo de arpillera plástica) que se extiende de vereda a vereda cruzando una calle de tránsito y con frases escritas en ella. Estas frases las escriben la gente que quiere que otras personas (que pasen por esa calle) vean en lo que en ella está escrito.
Señoras y señores, amigos de carne y hueso y virtuales, hoy tengo algo que decir:
¡ODIO LOS PASACALLES!
Porque son feos, porque son cursis, porque es contaminación visual, porque son horribles a nivel estético, porque es una forma de exhibicionismo emocional en la vía pública, porque no me interesa saber si los melli cumplieron su primer añito, si la nena de la esquina ya es señorita y le vino la menstruación, si el púber de la vuelta tuvo su espermaquia durante un sueño erótico, si el boludo de al lado se recibió de ingeniero o le dieron un diploma por tantas estupideces que twittea desde su Blackberry , si Popi quiere que la perdonen (es obvio que Migue es cornudo), si la vieja del almacén está enamorada del viejo de la ferretería y están felices por tantos “añitos juntos”, si cumple 50 años la madre del Piti (¡Pobre mujer cómo la escracharon! ¡Y ella que hace poco se estiró la cara para aparentar ser más joven!), por todo esto y mucho más, recobremos nuestra dignidad ornamental, recuperemos el sentido de la estética y defendamos el derecho a la privacidad, la propia y la de los demás. El barrio no tiene por qué enterarse de nada…
19 de julio de 2011 – Diario de Maria Pena, ¡ah! Una cosita más. Cuando se descuelga el pasacalle, ¿dónde hay que meterlo? ¿Dónde se lo guarda?
No hay comentarios:
Publicar un comentario