Todos los días la misma rutina. Hace más de 5 años que repito todos los días las mismas acciones, los mismos trayectos. Como si mi vida fuera parte de un ritual mayor en el que debe repetirse diariamente la misma ceremonia por miedo a un inminente final apocalíptico. El despertador suena a la misma hora… La ducha, el café con leche, esperar el ascensor, saludar a los vecinos, caminar hasta la parada, tomarse el colectivo… Me siento como un esténcil. Siempre igual. Levantás la planchuela, la apoyás en la pared, apretás el aerosol y ya podés ver cómo será mi próximo día. Encima, en el laburo me exprimen como a una esponja… No doy más…
Basta, creo que me merezco algo mejor. Mientras escribo esto, caigo en la cuenta que hace 5 años que tengo el mismo puesto en la oficina y mi sueldo prácticamente no se ha incrementado. Lo que sí han aumentado, son las horas que me paso en este lugar lleno de legajos, porque cada vez me dan más cosas para hacer. Hoy es un día de esos en los que siento la brisa del cambio soplar… Una bisagra en mi vida, un antes y un después…
¡Basta! Ya lo decidí: voy a hablarle a mi jefe. Necesito sentir que en el lugar donde paso más de 8 horas de mi vida, todos los días, alguien reconoce mi esfuerzo y lo valora. Allí voy.
Me tiemblan las piernas. No quiero pensar. La decisión está tomada. Es justa. No le voy a quitar nada a nadie, sólo voy a reclamar algo que creo que me corresponde: un ascenso o un aumento salarial. Camino hacia adelante. Ya no hay vuelta atrás. Estoy en la puerta de su despacho. Golpeo. El corazón me va a explotar. No sé donde esconder mis manos sudorosas.
- Adelante.
- Buen día, doctor.
- Buen día Maria. ¿Qué te trae por acá?
- Disculpe la molestia, pero quería hablar unas palabras con usted.
- Pero Maria, no es ninguna molestia. Decime. ¿Qué ocurre?
La alerta de posible “Ataque de pánico” se activó en mi organismo. No sé por dónde empezar. Quiero usar las palabras correctas. Respetuosa pero convincente.
- Doctor, usted sabe que hace más de 5 años que yo trabajo en su oficina y jamás he faltado ni le he fallado en nada de lo que me ha pedido. No soy una persona muy puntual en la vida, pero así y todo, me he esforzado por llegar a horario todos los días desde que trabajo con usted. Comprendo perfectamente que esto no merece ninguna felicitación extraordinaria, ya que lo considero parte de mis obligaciones laborales, pero, teniendo en cuenta los aumentos y el alto nivel de inflación que sufrimos todos los argentinos, es que me parece oportuno solicitarle un aumento. Mis obligaciones han ido creciendo pero mi salario ha sido siempre el mismo.
Nada. No hay respuesta en su rostro. Su cara de póker me atemoriza, pero estoy decidida y voy a arremeter con todo.
- Además, no es que yo me esté comparando con mis compañeros varones, pero muchos de ellos, han sido ascendidos a pesar de haber ingresado al estudio mucho después que yo.
- Maria, por favor, ¿no estarás insinuando que en esta oficina no se respetan los derechos de igualdad entre hombres y mujeres? No quisiera pensar que ésta es una acusación sexista o que considerás el accionar de la compañía como machista…
- Jamás diría eso señor. Sólo dije que me resulta llamativo que otros compañeros hombres… - quería seguir explicándole mi punto de vista, pero me él elevó la voz.
- Aquí no discriminamos a las mujeres, Maria. La falta de incremento en tu sueldo no se debe a que seas mujer… - ahora fue mi turno de interrumpirlo.
- No, señor. De eso no hay dudas. La falta de incremento en mi sueldo no se debe a que yo sea mujer, sino a que la decisión la toma el directorio, y este está formado únicamente por hombres….
25 de julio de 2011 – Diario de Maria Pena, si por lo menos tuviera buen culo o buenas tetas creo que la situación sería otra.
IMPORTANTE ACLARACIÓN: No sólo no perdí el puesto con mi contestación, si no que el jefe me dijo que iba a tratar mi tema en la junta del directorio.