viernes, 10 de junio de 2011

XS, S, M, L, XL

Hoy salí a comprarme ropa.
Estaba hecha una pordiosera. Siempre me pasa lo mismo. Según el estado de ánimo por el que esté transitando, me cuesta vestirme de “NENA”. Si estoy deprimida, me disfrazo de mendigo asexuado. No me baño y uso todo el día la misma ropa. Zapatillas o pantuflas si estoy en casa, jogging viejo y holgado, remera tipo camisón, buzo dos talles más grande y sin corpiño. Además, escondo mi cara detrás de un flequillo rebelde por el que no paso el cepillo. Camino encorvada arrastrando los pies.
Bueno, pero eso es parte de mi pasado. De mi estado de ánimo pasado. Ahora estoy intentando volver a sentirme mujer. Por eso, salí de compras. Como hacen las nenas, las chicas, las jóvenes, las muchachas, las señoras y las viejas (¡Ay! ¡Qué depresión! Creo que encajo en la anteúltima categoría) Pero, alejemos los pensamientos negativos. Hoy volveré a sentirme bien. Ya me lo he propuesto y cuando me propongo algo siempre lo cum… (¿Eh? Si casi nunca termino lo que empiezo…) Bueno, parece que hoy la voz de mi conciencia está tomando un protagonismo interesante.
Necesito enfocarme. No quiero perder mi eje. Hoy quiero estar mejor. Me voy a comprar ropa nueva.
Entro a un negocio que tiene una vidriera hermosa (Cuidado Maria, la ropa no calza en tu cuerpo como lo hace en los maniquíes, no te ilusiones) ¡Basta! Entro igual. Una vendedora diez años más joven que yo y dos tallas menos tiene puesta la misma pollera que me gustó de la vidriera. Me saluda exageradamente amable y entonces le digo:
-         Hola. Quería ver esa pollera. La que está en vidriera.
-         Bárbaro. ¡Ay! ¡Sí! Esa es mi favorita. Te hace re buen cuerpo puesta. ¿Qué talle sos?
-         Y… Traeme un “L” para probar. (Maria, eras “L” antes del ataque compulsivo de ingesta de alimentos que sufriste durante tu último estado depresivo. La angustia oral te debe haber llevado al “XL” por lo menos…)
Mi conciencia me estaba torturando, pero yo seguía en mi firme postura de salir adelante. Intentando ignorar los malos pensamientos.
Ahí viene la vendedora. Se acerca con la pollera y me dice con una sonrisa artificial:
-         Me queda sólo en negro. Pero creo que te va a quedar divina con un buen par de botas… Te traje un talle “L” y un “M” por las dudas.
¡Ah! ¡No! Bajo ningún punto de vista voy a tolerar esto. Que mi conciencia se burle de mí, vaya y pase, pero que una pendeja raquítica me tome el pelo, ya es demasiado.
-         Muchas gracias – le respondo intentado contener mi ira (Es una falsa, sólo quiere hacerte sentir bien, se ve que en este negocio las empleadas van a comisión sobre las ventas)
-         De nada. Estoy acá para lo que necesites. Me quedo acá afuera del cambiador, así me mostrás como te quedó. ¿Dale?
Su tono prefabricado ya había empezado a molestarme.
-         No, andá. Está bien. Y tené cuidado, porque hablás demasiado y en una de esas podés sacar demasiado la lengua para afuera e irte de boca para adelante. Lo que no tenés de carne en el cuerpo lo tenés en la lengua, flaca de mierrrrrrrrrrrda…


10 de junio de 2011 – Diario de Maria Pena, vaca de lengua filosa. (¡Seguí sumando lugares a donde ya no podés volver, Maria, que te vas a quedar como mendiga pidiendo limosna encerrada tu propia casa!)

3 comentarios:

  1. JAJAJJAJA!!! a mí la depre me quita el apetito, con dolor de estómago, náusea y nudo en la garganta... o sea que no puedo pasar bocado. En la de diciembre perdí 25 libras en 2 semanas.

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  2. ¡Qué suerte Kiara! ¡¡Te envidio!! ¡Por lo menos la ruptura tuvo un lado positivo!

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  3. Jajajaja totalmente identificada en el dìa de hoy..muy bueno

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