jueves, 2 de junio de 2011

La vendedora de Cerillas y La compradora de ilusiones

(versión mariapénica de cuentos tradicionales y sucesos de la historia)
La Vendedora de cerillas de Hans Christian Andersen
La noche se venía encima, y en medio del frío y de la oscuridad, una pobre niña caminaba por la calle sin abrigo, prácticamente desnuda. Sólo llevaba un delantal con algunas docenas de cajas de fósforos  mientras  pregonaba incansable su modesta mercancía.
No era un buen día. Ningún comprador se había presentado, y, por consiguiente, la niña no había ganado ni un céntimo.
- ¿Quiere usted fósforos, señor? - preguntó a un caballero que pasó a su lado. - No, gracias. Además, con este frío sacar las manos de los bolsillos no debe ser muy agradable - respondió el hombre, marchándose muy deprisa.
Ella se sentó en la vereda, y se acurrucó en un rincón entre dos casas. El frío se apoderaba de su cuerpo entumecido.  No se atrevía a volver a su casa con todos los fósforos y sin una sola moneda. Como el frío era muy intenso, encendió uno de los fósforos para calentarse las manos. ¡Qué luz tan hermosa! La niña creyó que estaba sentada en una gran chimenea de hierro, adornada con bolas navideñas. Pero, como todo lo bueno acaba rápido en este mundo, la llama de la cerilla se apagó y la niña se encontró sola en aquella calle nuevamente. Entonces decidió frotar otra, que ardió y brilló como la primera. En esta oportunidad, la pequeña creyó ver una habitación con una mesa cubierta por un blanco mantel resplandeciente con un manjar sobre ella. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad! Comería comida caliente aquella noche… Pero la segunda cerilla también se apagó, y lo único que quedó ante ella fue una pared impenetrable y fría.
Encendió un tercer fósforo. Imaginó un árbol de navidad con miles de luces que ardían brillantes en el oscuro cielo. Embelesada, levantó entonces las dos manos, y el fósforo se apagó, comprendiendo que no eran luces, sino las estrellas del cielo las que brillaban. Justo en ese momento, una de ellas pasó trazando una línea de fuego en el cielo.
-Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó la niña; porque su abuelita le había dicho muchas veces que cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el cielo.
Sólo le quedaba una última cerilla en su mano. La frotó una vez más contra la pared, y delante suyo se hizo presente una gran luz, en medio de la cual, estaba su abuela en pie y con un aspecto sublime y radiante.
-¡Abuelita!- gritó la niña-. ¡Llévame contigo! ¡Cuando se apague el fósforo, sé muy bien que ya no te veré más! ¡Desaparecerás como todo lo que he visto producto de la luz de las cerillas!
La anciana, tomó a la niña de la mano, y las dos se elevaron en medio de una gran luz resplandeciente…
Cuando llegó el nuevo día, seguía sentada la niña entre las dos casas, muerta.
-¡Ha querido calentarse la pobrecita!- dirá alguien.
Pero nadie conocerá jamás las hermosas cosas que vio esa dulce niña, ni en medio de qué luminiscencia  entró con su abuela en el reino de los cielos.
FIN.

El paralelismo de las historias es cruelmente revelador...

La compradora de ilusiones de Maria Pena
La vida se le venía encima, y en medio del frío y de la oscuridad, una pobre mujer de más de treinta años no tenía quien la desnude.  Sólo llevaba en la cabeza un par de recuerdos e ilusiones mientras  pregonaba por conseguir algo como la gente.
Hacía tiempo que no tenía un buen día. Ningún macho reproductor que la amara se había presentado, y, por consiguiente, la mujer no había logrado formar una pareja estable.
- ¿Quiere usted casarse conmigo, señor? - preguntó a un caballero que pasó a su lado.
- No, gracias. Además, con esa cara, no debe ser muy agradable estar al lado suyo - respondió el hombre, marchándose muy deprisa.
Ella entró a su departamento de soltera, y se acurrucó en su cama entre dos almohadones. La soledad se apoderaba de su cuerpo bastante baqueteado. Como la sensación de vacío era muy intensa, encendió su imaginación para consolarse. ¡Qué hombre tan hermoso! La mujer creyó que estaba sentada frente a una gran chimenea de hierro, junto a un increíble y musculoso ejemplar masculino completamente en bolas. Pero, como todo lo bueno acaba rápido en este mundo, la llama de su imaginación se apagó y la mujer se encontró sola en aquella habitación nuevamente. Entonces decidió soñar otra situación, que ardió y brilló como la primera. En esta oportunidad, la muchacha creyó ver una habitación con una cama cubierta por blancas sábanas resplandecientes y un apuesto caballero que exudaba virilidad sobre ella. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad! Comería comida caliente aquella noche… Pero la segunda fantasía también se apagó, y lo único que quedó ante ella fue un almohadón apretujado entre sus manos y la idea de que ella era “IMPENETRABLE”.
Encendió una tercera utopía. Se imaginó su casamiento, caminando por el pasillo de la iglesia con ese largo y hermoso vestido blanco, el lugar decorado con miles de luces que ardían brillantes en el cielo de la capilla. Embelesada, levantó entonces las dos manos, y su pensamiento se apagó, comprendiendo que no eran luces, sino estrellas que daban vueltas por su cabeza del tremendo golpe que se había dado al caerse de la cama. Justo en ese momento, el teléfono sonó.

-Esto quiere decir que alguien quiere estar conmigo- pensó la mujer.
Sólo le quedaba una última esperanza en su corazón. La dejó fluir una vez más, y del otro lado del teléfono escuchó la gruesa voz de un hombre con un “Hola” sublime y radiante.
-¡Amor!- gritó la mujer-. ¡Llévame contigo! ¡Cuando se apague esta ilusión, sé muy bien que ya no te escucharé más! ¡Desaparecerás como todo lo que he visto producto de la luz de mis fantasías!
El hombre confundido, tomó el auricular del teléfono con la mano y cortó rápidamente dándose cuenta que era número equivocado… Él solamente quería pedir una pizza.
Cuando llegó el nuevo día, seguía sentada la mujer frente al teléfono, muerta de sueño ya que no había podido pegar un ojo en toda la noche.
 -¡Cómo se habrá quedado de caliente la pobrecita!- dirá alguien.  
Y es la pura verdad...
FIN.

2 de junio de 2011 – Diario de Maria Pena, "No voy a hacer más declaraciones..."

Dedicado a I.M. en el día de su cumpleaños, que me contó el cuento de "La vendedora de Cerillas".

1 comentario:

  1. Texto de lectura muy dinámica y entretenida. ¡Te felicito María!
    Patricia de Uruguay

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