miércoles, 31 de agosto de 2011

Mi talento

No hay que darle tanta vuelta al asunto. Hoy a la mañana, mientras me cambiaba, descubrí mi verdadera vocación. Allí, justo en frente mío, estaban todas las respuestas a los grandes interrogantes de mi vida. Porque a veces, las soluciones están tan cerca, que no podemos verlas. Cuando las descubrimos, nos damos cuenta de que siempre estuvieron allí, delante de nosotros, esperando simplemente que las viéramos.
Algo similar me ocurrió hoy.
Creo haber visto la luz. Creo haber encontrado mi propio camino. Creo estar parada frente a mi vocación. Creo haber descubierto el motivo de mi paso contingente por esta vida. Creo saber la razón de mi existir. Creo, finalmente, haber visualizado mi TALENTO.
Sí. Así de simple. Y si tiene que desaparecer el blog, que desaparezca. “Mujer sin talentos – Diario de Maria Pena” no va más.
Me siento en el apogeo de mi existencia terrenal. Tengo UN talento tangible…
¡Cuántas veces me ha pasado que al mirar hacia atrás me invadió una sensación de disconformidad con las decisiones tomadas y los rumbos elegidos! ¡Cuántas veces me ocurrió no haber tenido el suficiente coraje para jugarme por aquello que sentía era mi destino!
Hoy lo descubrí, y ya no puedo mirar hacia otro lado y ser indiferente a ese llamado casi espiritual y trascendente, porque sería cómplice de mi propia desgracia o coautora de mi infelicidad.
Tengo cumplir con una misión. Para ello estoy aquí.
Quiero ser como aquellos altruistas que a lo largo de la historia han puesto de lado sus propios intereses para entregarles sus vidas a los demás.
Mi vocación para la ayuda comunitaria fue siempre una llama encendida en mi espíritu. Quiero poder colaborar con los que más lo necesitan. Socorrer a los que están en peligro. Ayudar a aquellas personas que corren riesgo de vida.
Voy a ofrecerme como voluntaria para realizar rescates en el agua. Quiero transformarme en una socorrista y rescatista pluvial. Trabajar en océanos, mares, lagos, lagunas, ríos, arroyos, represas, zonas inundables o hasta incluso charquitos.
Porque no puedo desperdiciar este don con el que cuento. Un par de terribles FLOTADORES en la espalda. Todo alrededor de donde solía estar mi cintura, ahora hay un prominente SALVAVIDAS natural de grasa y adiposidad.
Creo estar en condiciones de asegurar que podría perfectamente trabajar como BOYA HUMANA y ponerme al servicio de la comunidad. ¡Siempre lista!

31 de agosto de 2011 – Diario de Maria Pena, colores a evitar por ahora son el amarillo, el naranja, o cualquier fluorescente o cinta reflectiva por las dudas de que me arrojen directamente al agua (es invierno, hace frío todavía y no me quiero resfriar)

martes, 30 de agosto de 2011

La espero en mi despacho

Esta mañana, mi jefe me llamó a su oficina. Siempre me da miedo cruzar esa puerta. Pero, hoy se lo veía feliz, emocionado. Apenas entré, me miró, y con una sonrisa en los labios me dijo:
-          Maria, llevás muchos años trabajando con nosotros. Tu disponibilidad absoluta ha sido determinante para nuestro progreso. Has demostrado mucho compromiso, confidencialidad y eficiencia.  Siempre te has mostrado muy cumplidora con las tareas y órdenes que se te han impartido, pero no por eso, has dejado de lado tu autonomía para resolver conflictos. Eres amable, confiable, dinámica y muy atenta. Creo que ha llegado la hora de…- mi cabeza iba a mil mientras pensaba “que diga AUMENTO, que diga AUMENTO, que diga AUMENTO” - Creo que ha llegado la hora de que formes parte de nuestra familia.
Bueno. No había dicho la palabra aumento, pero estábamos cerca. Una gran ansiedad me asfixiaba por completo. Él, siguió hablando:
-          Y, como a partir de hoy, formás parte de nuestro núcleo más íntimo, quiero darte algo… - ahora, sí, lo iba a decir, iba a decir la palabra mágica  “AUMENTO”  - Quiero darte algo, algo que sé que hace tiempo estás esperando…
¡Basta! Necesitaba ponerle fin a esa tortura. Demasiado suspenso para una sola charla.
De repente, lo vi que caminaba hacia mí. Extendió sus brazos como para abrazarme, pero antes, me tomó la mano y depositó en ella un elemento que no pude ver, porque inmediatamente después de haberlo dejado, cerró mi mano y la sostuvo entre las suyas, como quien acaba de entregar un pequeño tesoro.
-          Toma esto Maria. Ya sólo me queda decirte “Gracias”.
Apenas terminó de pronunciar estas palabras, me abrazó. Se lo notaba muy movilizado.
-          Gracias, doctor. – le dije, sin poder abrir la mano por lo incómodo que me resultaba inspeccionar su regalo frente suyo y continué – Es un honor para mí, que usted me considere parte de su familia.
Le pedí permiso para retirarme y apenas cerré la puerta de su despacho, abrí mi mano para ver qué era lo que me había dado. El sudor nervioso había hecho estragos en mis extremidades superiores. Tenía la mano exageradamente transpirada. Esos segundos fueron interminables. Mis dedos no terminaban más de elevarse para dejarme ver lo que había en la palma. Hasta que lo vi. Estaba ahí, frente a mis ojos. EL ANSIADO “PIN” O PRENDEDOR DE LOS 10 AÑOS DE LA EMPRESA….


30 de agosto de 2011 – Diario de Maria Pena, a partir de hoy,  como ya formo parte de su familia, tengo miedo que, dentro de poco, me digan que como es un negocio familiar, ya no voy a cobrar más un sueldo fijo.

lunes, 29 de agosto de 2011

Si nunca te pido nada...

“Ayuda a tus semejantes a levantar su carga, pero no te consideres obligado a llevársela.”
Pitágoras

“Por favor. Es esta vez, nada más. Si yo nunca te pido nada…”
Viste que yo nunca te molesto; bueno, necesito que me hagas este gran favor, por única vez…” 
Sabés que yo nunca te jodo, pero justo hoy…”
Por lo general, la gente que usa estas frases es la que vive rompiéndole las pelotas al resto. Si nunca pedís nada, no hace falta convencer a nadie de ello.
Realmente me reconforta ayudar a los demás, y con el paso del tiempo, también he aprendido a pedir ayuda cuando la necesito. No estoy hablando de esto ahora. Me refiero a esas personas que viven creyendo que recibir ayuda es un derecho adquirido y que siempre habrá alguien dispuesto a llevarles su carga o solucionarles sus problemas.
Me enoja mucho que, por lo general, estos seres pedigüeños e inescrupulosos se empecinen en generar un pseudo sentimiento de culpa en el otro para que uno se vea obligado a ayudarlos siempre.
Hay gente que está acostumbrada a que le den, a que las ayuden y socorran todo el tiempo. Se meten constantemente en problemas o en situaciones que no pueden resolver porque saben que siempre aparecerá ese alguien “al que nunca han molestado para pedirle un favor” que les va a sacar las papas del fuego. Son muy insistentes y caradura. Cubrir sus necesidades y brindarles la ayuda que necesitan, pasa a ser una tarea del otro…
Nadie está en la obligación de ayudar a nadie. El hecho de brindar ayudar debe ser un gesto espontáneo. Es parte de la esencia del ser humano, la necesidad instintiva de ayudar a los demás, porque ayudando a los otros, uno se está ayudando a sí mismo también.
Soy una persona de sí fácil. Lo reconozco. Pero ayer a la noche, la situación llegó a un límite.
Mi vecina del lado cruzó el umbral de mi tolerancia. Suele golpearme la puerta en la medianoche para pedirme cosas. Para ella no existen ni  fines de semana ni feriados para romperme las pelotas. Después del “Hola, Maria” siempre intenta darme lástima, argumentando el motivo de su nuevo mangazo y excusándose con que ella "nunca me pide nada".
Enumero a continuación una lista de algunos de los préstamos realizados en los últimos 12 meses a mi adorable vecina del departamento "B":
Elemento: estufa eléctrica
Argumento lastimoso: el hijito menor (18 años) se le enferma cada dos por tres porque no tienen calefacción en el baño para ducharse en el invierno.
Condición actual: paradero desconocido. El artefacto jamás fue devuelto.

Elemento: cámara fotográfica digital
Argumento lastimoso: vienen sus nietitos a visitarla y no tiene para sacarles ni una sola foto.
Condición actual: recuperado. Me pide la cámara todos los fines de semana sin excepción. Si no voy personalmente a pedirle que me la devuelva, jamás lo hace por voluntad propia. Varias veces me he visto en la situación de tener que defender y argumentar el motivo por el cual le estaba pidiendo que me devolviera MI propia cámara.

Elemento: licuadora
Argumento lastimoso: nunca sale a ningún lado, no tiene amigas con quien ir a tomar un licuadito a una confitería y, una vez al mes por lo menos, le dan ganas de darse un gustito y tomarse un licuado de banana.
Condición actual: recuperado pero con roturas irreversibles. Se le resbaló la jarra mientras la lavaba. Me prometió que me compraría una nueva. El episodio sucedió hace más de seis meses y todavía el electrodoméstico no ha sido reemplazado.

Elemento: computadora personal
Argumento lastimoso: el hijito tiene que presentar un trabajo práctico para el colegio y tiene la compu rota. Le pregunté por la posibilidad de que el púber vaya a un Cyber y se ofendió, poniendo como excusa que ella no podía afrontar el gasto de pagar la reparación, además de las horas de internet y trabajo en el locutorio.
Condición actual: segura y en perfecto estado. Jamás fue entregada. Apelé a mi creatividad argumental y le dije que la mía también se había roto.

Elemento: Billetes varios de 2, 5 y 10 pesos.
Argumento lastimoso: nunca tiene cambio.
Condición actual: más que paradero desconocido, desaparición como por arte de magia. Billete que le doy, nunca vuelve a aparecer. Jamás me devolvió un peso.

Elemento: el Vademecum entero. Bayaspirina, Actron, Dramamine y hasta Valium (sabe además que yo no tomo ni ansiolíticos ni miorelajantes).
Argumento lastimoso: le duele siempre la cabeza, la espalda, está mareada, muy nerviosa y no puede dormir porque los problemas la superan. Ir a la farmacia a comprarse un blíster no es una posibilidad certera jamás.
Condición actual: desabastecimiento. Mi botiquín está completamente vacío.

Y por último, y no por eso menos importante, está  la gota de rebalsó el vaso.

Ayer por la noche vino a visitarme mi abuela. Hacía muchísimo que no venía. Desde que murió mi abuelo, le cuesta mucho salir de su casa. Vino tempranito, a cocinarme algo rico para cenar juntas. A los diez minutos de haber puesto un pie en mi casa, mi vecinita tocó el timbre. 
-          Hola Maria. Disculpame que te moleste. Pero me pareció escuchar la voz de tu abuelita. ¿Puede ser?
-          Sí, vino a visitarme después de mucho tiempo. Se ve que tenés una conexión telepática con ella porque casi ni tuvimos posibilidad de hablar y vos ya la escuchaste…
-          ¡Ay! Es que la quiero tanto a tu abuela… Che, Maria, viste que yo nunca te pido nada, ¿no? Bueno. Vine porque quería saludar a tu abuelita y de paso preguntarle una cosita… Porque viste, ayer fui al dentista y parece que me tiene que sacar un par de muelas y hacerme una prótesis nueva… Y los precios de las dentaduras postizas están por las nubes así que, como sé que ella aun no pudo desprenderse de nada de tu abuelo, quería saber si conservaba alguna dentadura de él que ya no le sirva o que ya no use…

29 de agosto de 2011 – Diario de Maria Pena, ¡me mangueó la dentadura de mi difunto abuelo! ¡Lo peor de todo fue cuando me aclaró que no le daba asco probársela porque me consideraba parte de su familia!!!!!!
Dedicado a Carmencita.

domingo, 28 de agosto de 2011

Filósofos del encuentro




“Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas.”
Pablo Neruda









 

“Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente encontrarás a tu ex con “esa”, y sólo ese momento, puede ser el más feliz o el más amargo de tus horas.”
Maria Pena






Hoy nos cruzamos cara a cara. Los tres. Él, ella y yo. Mi ex, su actual y quien les habla.
Sentí lástima por mí, pero aun más por ella, fue inevitable. La vi idéntica a mí hace un par de años.
Él suele repetir siempre la misma rutina a la hora de formar pareja. El mismo modus operandi. Jamás se queda solo. Deja a una mujer por otra utilizando una especie de patético “plan canje”.
A ella, la vi tan insegura de sí misma y de la relación con él, como lo estaba yo al principio de nuestro noviazgo.
Sentí pena, porque a pesar de haberme dejado justamente por ella, me vi reflejada en sus ojos. Tan inestable, intentando demostrarme que él era de su propiedad, que él era SUYO ahora.
Espero que el golpe de realidad no le duela tanto como a mí. Cree haber conseguido un “tesoro”… Lo que no sabe todavía la pobrecita es que la “joyita” no viene en un cofre como el de los piratas, sino en un tremendo “buzón” de chamuyo barato.

28 de agosto de 2011 – Diario de Maria Pena, hace unas horas recibí un mensaje de texto. El cretino me preguntó si nos juntábamos a charlar mañana.  Lo leí más de diez veces, lloré y lo borré. No le voy a contestar. Yo por ese camino, no transito nunca más.

sábado, 27 de agosto de 2011

Toda una sex symbol







“Dime, oh Dios, si mis ojos, realmente, la fiel verdad de la belleza miran; o si es que la belleza está en mi mente, y mis ojos la ven doquier que giran.”
Miguel Angel Buonarroti








¡Menos mal que somos de épocas distintas, Miguelito!
No me hubiera gustado cargar en mi conciencia con la culpa de haberle cagado la carrera, nada más y nada menos, que al mismísimo Miguel Ángel.  
El tema es que, si nos hubiésemos encontrado cara a cara, no sé que excusa hubiera puesto él para continuar con su teoría de que la belleza estaba por doquier…

Hoy a la mañana me miré al espejo. No salí corriendo porque sabía que estaba sola en mi casa y que la imagen que veía reflejada sólo podía ser la mía y no la de algún mamarracho feo y enclenque que había venido de visita.
Si sigo a este ritmo, tengo miedo de que después de muerta, me embalsamen para exponerme en el Museo de Ciencias Naturales de la Plata. De verdad lo digo. Soy el estereotipo perfecto de la fealdad en su estado más puro. Una caricatura inmaculada de la asimetría. Un verdadero adefesio humano.
Antes era, simplemente, fea. Ahora estoy fea, gorda, blanda, peluda, pálida, arrugada y con una maraña pajosa e ingobernable en la cabeza.
Igualmente, tan mal no estoy… Con unas cuantas cirugías, una buena dieta balanceada, una rutina diaria de dos horas en el gimnasio, una depilación profunda, varias sesiones de cama solar, una milagrosa crema anti-age y una visita a la peluquería, más o menos estamos…

27 de agosto de 2011 – Diario de Maria Pena, a pasitos nada más de convertirme en toda una sex symbol...

Dedicado a T.A.M. que utiliza el calificativo adefesio humano para describir su estado natural de forma cotidiana.

viernes, 26 de agosto de 2011

Política y Burocracia

El término burocracia viene del francés " bureaucratie", y este de bureau, oficina, escritorio, y -cratie, -cracia: gobierno. "El gobierno de las normas y organización explícitas" En un sentido original, que se traslada al uso común, burocracia se asocia a ineficiencia, pereza y derroche de medios.

Todo comenzó esta mañana cuando tuve que ir al banco a comprar un sellado. Un simple sellado de diez pesos. Un trámite que puede llevar, como mucho, cinco minutos, si se incluye el saludo de bienvenida y despedida al cajero que te atendió y el tiempo que uno invierte en volver a guardar la billetera en la cartera. Una operación aparentemente sencilla.
Por lo general, intento evitar hacer trámites. Simplemente, les tengo alergia, fobia. Los odio. Rechazo profundamente perder tiempo. Sin embargo, hoy tuve que apersonarme en una entidad bancaria contra mi voluntad. No me quedaba otra. Pedí autorización en el trabajo para entrar más tarde porque necesitaba comprar ese bendito sellado. A las diez en punto estaba en la puerta del banco. Tenía más o menos cuarenta personas adelante. Me lo tomé con calma, porque a pesar de que me pone muy nerviosa perder tiempo haciendo colas, recién tenía que entrar a laburar a la doce, así que me puse los auriculares y me abstraje del mundo por un rato.
El tema es que, el tiempo pasaba y la cola no avanzaba. A las once, aun tenía treinta personas delante. Once y cuarto apagué la música, empezaba a ponerme nerviosa. Once y veinte comencé a mover los dedos de las manos en ese gesto típico de impaciencia, como si estuviera tocando el piano. Once y veinticinco escucho que el señor que estaba detrás de mí, comienza con ese discurso típico argentino:
-         Esto en Suiza no pasa. En Suiza, el horario de atención al público en los bancos es de ocho horas… Este país es una vergüenza… Estamos haciendo la cola hace más de una hora y media y tenemos para una hora más por lo menos. ¡Qué país, por Dios!
Lo miré mientras hablaba y después bajé la cabeza. Yo también estaba fastidiosa pero no emití opinión. La reacción de mi entorno fue completamente diferente. Se generó un revuelo importante. El pasillo se llenó de acotaciones sobre lo vergonzoso que era tenernos esperando allí y la falta de respeto que eso suponía para los clientes. En eso, otro hombre, tomó la palabra y, proyectando la voz hacia los mostradores del banco, gritó:
-         Ya falta poco para las doce. ¿Por qué no nos traen algo para ir picando? Total, hasta la una del mediodía seguro no nos vamos de acá…
Ahí recién caí. Tomé conciencia de que si me quedaba allí hasta que me atendieran, llegaría tarde al trabajo. Maldije internamente al sistema burocrático, al sellado de diez pesos, a los trámites en general y a los que toman como ejemplo lo que sucede en otros países del mundo para quejarse del propio, pero no hacen nada para que la sociedad mejore. Odié profundamente haber perdido el tiempo intentando hacer ese simple trámite fallido, pero como suelo refugiarme en el humor para canalizar mis broncas, se me ocurrió una idea para antes de irme.
Apreté la cartera contra mi cuerpo, como quien ha decidido abandonar un lugar, di media vuelta encarando hacia la salida y dirigiéndome a mis compañeros de cola, comencé con mi discurso de despedida. Siempre que las situaciones me sobrepasan suelo apelar a la ironía y el humor para descomprimir y desdramatizar la situación:
-         Queridos compañeros de la fila del banco. Colegas de la espera. Camaradas del tiempo perdido. Me veo en la obligación de abandonar mi lugar en la hilera. Pero me voy, dejándoles algo que espero sepan atesorar para siempre en sus corazones. Les regalo TIEMPO DE VIDA. Tiempo para que disfruten junto a sus hijos, a su pareja, a sus nietos. Tiempo libre para contemplar el cielo o, hasta incluso, para viajar a Suiza. Me voy, y cuando lleguen al cajero y terminen con su trámite, quince minutos antes de lo esperado, no olviden cerrar sus ojos y recordar a esta humilde mujer que hoy se retira antes y les obsequia quince minutos menos en esta agobiante espera… Sin otro particular, me despido atentamente.
El hombre de atrás me miraba desorientado hasta que, tímidamente comenzó a reírse y contagió a varios de los que estaban a nuestro alrededor. Sentí que había logrado mi cometido: descontracturar un poco la situación con una pequeña cuota de humor.
En eso, de atrás de la cola se escucha un estrepitoso “¡BRAVO! ¡BRAVÍSIMO!” y una señora de unos sesenta y cinco años, muy emocionada me abraza con lágrimas en los ojos.
-         Me conmoviste querida. Gracias. – agregó mientras me tomaba fuertemente de las manos pidiendo a viva voz un aplauso para la “señorita” o sea, para mí.
Se escucharon por allí algunos golpes de palmas timoratos, pero los de la señora, esos sí que aturdían y resonaban. Desbordada de emoción, la mujer agregó:
-         ¡Políticos así necesitamos en la Argentina! ¿Usted es candidata por algún partido?

26 de junio de 2011 – Diario de Maria Pena, conclusiones del día de hoy: por un lado, mi odio por hacer trámites se acrecentó. Por el otro, después de hacerme la graciosa, una persona desconocida me propuso como ejemplo de la política argentina…
¿Será que la mujer no entendió mi humor o que hacer política es un chiste?

Dedicado a todas las víctimas de la burocracia que estuvieron durante más de una hora haciendo la cola conmigo.

jueves, 25 de agosto de 2011

Hombre pequeñito



Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
Suelta a tu canario, que quiere volar...
Yo soy el canario, hombre pequeñito,
Déjame saltar.



Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
Hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes,
Ni me entenderás.


Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
Ábreme la jaula que quiero escapar;
Hombre pequeñito, te amé media hora,
No me pidas más.
Alfonsina Storni

Una vez me enamoré de un hombre pequeñito. Fue una sensación realmente frustrante la del amor aquel. Porque el problema del hombre pequeñito, no radica en su tamaño, sino simplemente, en su imposibilidad para crecer.
Un hombre pequeñito es pequeñito porque sus sentimientos son vacíos y su capacidad de amar se mide con cuentagotas.
Un hombre pequeñito utiliza palabras grandes, importantes, complejas porque cree que en la apariencia está el verdadero valor de las cosas y se esconde detrás de ella para ocultar su insignificancia.
Un hombre pequeñito vive en un mundo de sueños pequeñitos porque no sabe volar, porque no puede volar, porque le teme a volar, porque no CREE en volar…
Muchas veces intenté olvidar a ese hombre pequeñito y tantas otras fallé, porque a pesar de su pequeñez, ante mis ojos, él era grande y magnífico.
Hoy me doy cuenta, de que era yo la que necesitaba que él fuera de ese modo. Simplemente, porque me había enamorado de él, añoraba con verlo crecer. Vivía esperando que llegara el día en que me sorprendiera. Le daba siempre una nueva oportunidad. ME daba siempre una nueva oportunidad  de verlo volar…
Hoy puedo asegurar, que un hombre pequeñito muy poco puede dar.
Hoy estoy en condiciones de afirmar, que un hombre pequeñito merece un recuerdo  acorde a su tamaño, pequeñito e intrascendente.

25 de agosto de 2011 – Diario de María Pena, canario que puede volar.

miércoles, 24 de agosto de 2011

¿Qué hace un gato adentro de una caja debajo de un árbol?

Dudas existenciales. Preguntas sin respuestas. Mitos y leyendas. Creencias populares. Ceremonias ancestrales. Conductas indescifrables…

Hoy a la mañana, mientras me duchaba, presté especial atención a mi violenta forma de lavarme la cabeza. Repito un ritual, una ceremonia rabiosa y encolerizada Pongo en mi mano la cantidad de shampoo acorde a mi cabellera. Una vez que el líquido viscoso se encuentra entre mis dedos, procedo a llevar mis manos rápida y compulsivamente hacia mi cabeza, y al tomar contacto con mi cuero cabelludo, procedo a sacudirlo, rascarlo, zarandearlo y hasta incluso lijarlo frenéticamente con la punta de mis dedos… No lo puedo evitar…

Esta situación de extremo avasallamiento capilar y urgencia pilosa, me trajo al recuerdo un cuento que me contaron hace un par de años…

Dicen que hace mucho, mucho tiempo atrás, en un templo budista, vivía un gato. Cada vez que los monjes se disponían a la meditación, este gato maullaba tan fuertemente que parecía como si lo estuvieran lastimando. El gato era muy querido y formaba parte de aquella comunidad, así que, los monjes no podían simplemente deshacerse de él. Fue por ello, que decidieron encerrarlo en una pequeña caja con agujeros y dejarlo debajo de un árbol alejado del templo, mientras duraba cada ceremonia. Una vez que el ritual terminaba, el gato era lberado. Varios años después, el gato murió y los monjes también; pero cuenta la leyenda, que en aquel lugar del Tibet, aun hoy, se conserva la tradición de poner un gato en una caja debajo de un árbol antes de iniciar una ceremonia.

¡Eureka! Ahora comprendo un poco más mi accionar vehemente e impetuoso contra el lavado capilar. Mi madre siempre protestaba a la hora de bañarme de chiquita. Mi pelo era ingobernable y a mí no me gustaba que me tocaran el cabello.
Es más que obvio. Debo estar copiando esa forma casi guerrera que adoptaba mi madre para lavarme la cabeza combatiendo en una lucha cuerpo a cuerpo contra mi pelo y mis brazos que intentaban defenderse.
Son pocas las veces que uno se pregunta por qué hace las cosas de la manera que las hace. Hoy he descubierto un misterio. Un posible cabo suelto. Un trauma. Una conducta enfermiza. Una posible traba a la hora de relacionarme con el mundo exterior.
Me lavo la cabeza como si estuviera combatiendo contra mi propio pelo y mi cuero cabelludo. Me lavo la cabeza igual que como mi madre me la lavaba a mí…

Esta semana lo hablo en terapia. Necesito sanar este vínculo roto entre el shampoo y mis bulbos capilares…

24 de agosto de 2011 – Diario de Maria Pena, siempre supe que en mi historia había gato encerrado... ¡Ja!

Dedicado a R.C., que no es un monje budista, pero me contó la historia del gato.

martes, 23 de agosto de 2011

La Mancha de Lavandina


La famosa y nunca bien ponderada MANCHA DE LAVANDINA es como un enemigo oculto para nuestra sociedad. Un  peligro latente o una amenaza secreta dentro de nuestro propio hogar, capaz de propagar el pánico de manera casi inmediata.
Disimulando su verdadero instinto destructivo, utilizan el apodo de “manchas” para desorientarnos con respecto a la verdadera intencionalidad de su accionar. Pero, no son simples salpicaduras de un líquido inocente sobre nuestra ropa. Son gotas asesinas que arruinan nuestros tejidos naturales y sintéticos sin importarles nada; ni textura, ni color, ni tipo de tela, ni entramado, ni antigüedad, ni costo, ni valor afectivo, nada. No reconocen autoridad ni religión. No son simples manchitas ingenuas. No existe forma de quitarlas ni antídoto para reparar su daño. Penetran nuestros paños ultrajando su pureza de forma violenta y arrebatadora. Decoloran nuestra indumentaria deportiva, trajes de fiesta, camperas polares o hasta incluso, nuestra ropa interior, sin medir las consecuencias de sus actos. Arruinan la vida nuestras prendas sin ningún tipo de piedad. Son sádicas e inescrupulosas. Disfrutan del caos de la destrucción textil  fomentando la violencia de “género”. Son fundamentalistas de la destrucción.
Sin embargo, un gran número de ellas, ha recapacitado y se ha unido a grupos de autoayuda para canalizar su ira y convertirla en torrente de amor. Basándose en el espíritu de los años sesenta y setenta, la filosofía del “Flower Power” ha sembrado en estos seres arrepentidos la semilla de la creatividad y la paz en el mundo. Estos grupos de rehabilitación han logrado revertir ese brío violento causado por la lavandina, y convertirlo en una cálida expresión artística plasmada camisas y pantalones de aquella época, más conocida como batik.

Esta mañana salpiqué con lavandina mi buzo favorito de polar. Lo vi agonizar mientras se alejaba lentamente de mí y nada pude hacer para ayudarlo… Me dieron ganas de tomarme un litro de Ayudín puro del pico, pero por suerte, pude controlar ese repentino impulso suicida.
Ahora, que lo peor ha pasado, prefiero pensar que las modas van y vienen, y que pronto, en las vidrieras de las más prestigiosas marcas argentinas, podrán verse buzos polares decolorados o teñidos con la técnica del batik.
Ya sé que es una pelotudez,  pero si no le veo el lado positivo a esta situación, me hago el buche de lavandina y me decoloro directamente los intestinos…


23 de agosto de 2011 – Diario de Maria Pena, ¡larga vida al buzo arruinado!  Y, ¡a no perder las esperanzas!  Si alguna vez se usaron en Argentina los pantalones de “jean nevados” ¿por qué no tener la ilusión de que algún día se pongan de moda los “polar nevados” también?

lunes, 22 de agosto de 2011

Apocalipsis NOW

El hombre promedio, por lo general, asegura que todas sus ex son unas locas de mierda.
La mujer promedio, por lo general, asegura que todos sus ex son unos  reverendos hijo de puta.
Señoras y señores, el secreto de la humanidad ha sido revelado.
Si el apocalipsis golpeara a nuestra puerta hoy mismo, o el diluvio universal volviera a ocurrir, la continuidad de la raza humana estaría garantizada. Sólo bastaría con subir al Arca de Noé, los cinco elementos: un hijo, una loca, un poco de mierda, una puta y un reverendo 
22 de agosto de 2011 – Diario de Maria Pena, recalculando la fecha del fin del mundo para después del 2012. Por ahora, tenemos la CONTINUIDAD GARANTIZADA.

domingo, 21 de agosto de 2011

Y vos, Maria, ¿para cuándo?

El viernes se casó mi prima por civil, y este episodio se convirtió en un empujón más que me dio la vida hacia el abismo. Ya no tengo consuelo, ni bálsamo que logre aplacar mi desesperación y mi vacio.  Dentro del núcleo familiar se solían levantar apuestas sobre quién de las dos quedaría solterona. Y, adivinen quién se ha quedado con el primer con el primer lugar en todas las apuestas. Sí, yo, María, la eterna “unipersonal”.
Celeste, mi prima, siempre fue considerada como el eslabón perdido entre el ornitorrinco y el ser humano. Piernas extremadamente cortas y regordetas, pelo símil virulana, nariz tipo morcilla inflamada, ojeras grisáceas con algunas tonalidades en verde, cuello ausente, voz taladrante y abdomen muy prominente.
De chicas éramos inseparables. Siempre decíamos que éramos hermanas. Parecíamos dos gotas de agua, a excepción de que en la adolescencia, a ella le crecieron dos cabezas de enano junto a su pecho y a mí, sólo dos lastimosas pasitas de uva. Le decían “Celestetota”. Su apodo, obviamente, hacía referencia a esos envidiables atributos delanteros que siempre lució sin ningún tipo de prejuicio.
Ayer, sábado, mi prima se casó por iglesia. Ayer, sábado, Celeste tuvo su soñada fiesta de bodas. Ayer, sábado, Celestota me abandonó. Ayer, sábado, la muy hija de puta me dejó sola con un cartel en la frente que dice “ÚNICA MUJER DE MÁS DE 30 AÑOS SOLTERA DE TODA LA FAMILIA”. Ayer, sábado, se batió el record mundial de personas que vinieron a romperme las pelotas preguntándome de forma desubicada, insistente y taladrante: “Y vos, María, ¿para cuándo?”
De todas mis respuestas, rescato la que le hice a mi mamá a la salida de la iglesia, mientras los novios saludaban después de la boda. Mi madre, siempre tan oportuna, aprovechó el momento en el que un par lágrimas de emoción caían de mis ojos,  y me preguntó:
-          ¿Cuándo llegará el día en que te vistas de largo, hija mía, y sea tu boda a la que estemos invitados?
-          Nunca, mamá, nunca. – le respondí mientras me sonaba la nariz y me limpiaba cuidadosamente las lágrimas para no correr el maquillaje.
-          ¿Cómo hija que nunca? No hay que perder las esperanzas. Algún día, el amor golpeará a tu puerta…
-          Sí, ya sé. Las esperanzas de encontrar al amor de mi vida, aun las conservo, mamá – la interrumpí – No es eso. Es que, con lo gorda que me estoy poniendo, de “largo” jamás me casaré, en todo caso, será de “ancho”…


21 de agosto de 2011 – Diario de Maria Pena, y vos, ¿para cuándo?

sábado, 20 de agosto de 2011

Filósofos de la culpa y la razón




“No hay nada repartido de modo más equitativo que la razón: todo el mundo está convencido de tener suficiente.”
René Descartes








“No hay nada repartido de modo más generoso que la culpa: todo el mundo está convencido de que le pertenece a otro.”
Maria Pena






20 de agosto de 2011 – Diario de Maria Pena, sin muchas razones pero llena de culpas.


Dedicado al coronel en el día del aniversario de su primera batalla.

viernes, 19 de agosto de 2011

¡Qué buena noche!

¡Qué buena noche! Hacía muuucho tiempo que no pasaba una noche así. Creo que me la estaba mereciendo. Decir que la estaba necesitando, es una obviedad, y hasta suena grosero. Insinuar que es meritorio, queda mejor.
Si tuviera que poner un puntaje, sin lugar a dudas, sería un diez. Simplemente, inigualable. Distinto a todo lo conocido. Una experiencia de unión corporal y espiritual casi mística…
Escuché decir muchas veces que el tamaño no importa. ¡Mentira! Hoy, puedo confirmar con toda seguridad que cuanto más sea grande, mejor. ¡Más se disfruta! ¡Y este sí que era grande! ¡Enorme! Me satisfizo por completo. Lo disfruté al máximo y lo curioso es que, además, me sentí muy cómoda. Pude relajarme… Tanto es así, que hoy no me podía levantar. ¡Cómo me costó venir a laburar! Obviamente, yo no estoy acostumbrada a pasar noches así. Tan intensas.
¿Cómo se hace para volver a la realidad? ¿Cómo hago para concentrarme en mis obligaciones después de semejante experiencia religiosa? Tengo su recuerdo grabado por toda mi piel. Mis pies, mis piernas, mis glúteos, mi espalda, mis brazos, mi cuello, mi rostro. Me recorrió por completo dejando su rastro y su perfume impregnado en mi piel… Sentí por primera vez que moría y volvía a nacer en una sola noche.
¡Quiero más! ¡Mucho más! No me alcanza con sólo esto. Quiero atravesar por esa sensación todas las noches de mi vida por el resto de mi vida. Entiendo que es una actitud completamente exagerada y egoísta, pero soy así. Me entrego al placer de una noche y esa sensación se me vuelve adictiva. Soy pasional, extremista y obsesiva, lo sé. Por eso, hoy, lo dejé encerrado. Sí, encerrado en mi habitación. Me fui muy temprano esta mañana, como todos los días, y para que no huyera despavorido, me moví de forma sigilosa y en penumbras para que no me escuchara. Antes de irme, lo miré, lo besé, lo tapé y me despedí poniéndole llave a la puerta del dormitorio. Sé que lo que hice no está bien. Entiendo, que puedo ser acusada de secuestro y privación ilegítima de la libertad, pero no me importa. No lo voy a dejar ir. Bajo ningún punto de vista. Él es mío y no le voy a permitir que huya, como lo hicieron tantos otros después de la primera noche…
No veo la hora de volver a casa para abalanzarme sobre él. Sentirlo. Revolcarme por su cuerpo. Lo amo. Sí, lo amo. Amo a mi nuevo colchón y sommier de 2x2m. El más grande y duradero de todos. Compañía y placer para todas las noches de mi vida…


19 de agosto de 2011 – Diario de Maria Pena, por lo menos tengo diez años garantizados a su lado, ¡más del doble de lo que duré con cualquiera de mis ex parejas!

jueves, 18 de agosto de 2011

Run Sonido, Run!


Basada en el espíritu de la película Forrest Gump comienza hoy la Campaña “¡Run Sonido, Run! Para evitar deslumbrarnos con un pelotudo.”
Esta cruzada por la verdad sostiene que debido a que la velocidad de la luz es varias veces superior a la del sonido, ciertas personas pueden parecernos brillantes antes de tener la oportunidad de escucharlos decir pelotudeces.
¿Estás sorprendido? ¿Anonadado? ¿Estupefacto? ¿Creías hasta hoy que las pelotudeces se movían en el mundo mucho más rápido que la velocidad de la luz? Bueno, no. Esto no es así.
Muchas personas quedan deslumbradas al ver a otra por primera vez. Se las podría considerar como víctimas inocentes de la velocidad lumínica. Ellos consideran esta primera impresión como brillante y atrayente, ya que la luz es lo primero que llega. Pero una vez que aparece el sonido y trae consigo las palabras, la situación puede cambiar rotundamente. Conceptos huecos. Palabras vacías, carentes de ideas o recubiertas de mala intención y mentira pueden dejar al descubierto la verdadera esencia de ese ser considerando fantástico de un primer vistazo.
¡Imagínense si pudiéramos evitarnos el mal trago de decepcionarnos con pelotudeces dichas por bocas de personas que nos encandilaron inicialmente!
No nos debemos quedar de brazos cruzados. En nosotros está el cambio. Incentivemos a la velocidad del sonido a que supere su promedio de vuelta. Estimulémosla para que se mueva más rápidamente. Motivémosla a superarse, a que corra una carrera contra la luz y sea ella la vencedora. Con un entrenamiento duro y el apoyo y la motivación de miles de pelotudos que alguna vez fuimos estafados por la velocidad de la luz, el sonido vencerá.
Entre todos podemos conseguir que la velocidad del sonido llegue antes a la meta. Promoviendo su entrenamiento duro seguramente se convertirá en  nuestro “Rocky Balboa”. Será como un paladín de la justicia, un héroe, un vengador secreto... Al llegar antes el sonido, no importa que la luz ilumine a un pelotudo. A nuestros ojos, seguirá siendo un simple pelotudo con la luz encendida.
“¡Run Sonido, Run!” Para enterarnos, antes de deslumbrarnos con alguien, lo pelotudo que puede llegar a ser.
Si fue posible vencer la barrera del sonido, ahora está en nosotros hacer que el sonido llegue antes que la imagen. Somos muchos los que creemos que se puede. “¡Run Sonido, Run!”
Apoyan este evento:
Calzado e Indumentaria deportiva NAIQ, RIBOC, HADIDAS  
Bebida rehidratante GUEITOREID
Crema SALICRENN para el tratamiento del dolor muscular y articular


18 agosto de 2011 – Diario de Maria Pena, mujer que se suele deslumbrar con cualquier pelotudo.
Dedicado a M.C.S.  impulsor de la campaña por Facebook.

miércoles, 17 de agosto de 2011

La incompatibilidad y los abdominales

Si de incompatibilidad se trata, tengo que reconocer, que soy mandada a hacer.
Mi último novio era deportista. Bueno, más bien, mi última ex pareja era un ex deportista. De chico jugaba al fútbol en Platense y era bastante bueno. Llegó a jugar en Primera B, pero después de los 25 años se retiró para dedicarse a terminar la facultad.  Lo que nunca pudo abandonar, eso sí, fue su obsesión por el físico, por verse bien, marcadito y musculoso. Y esta historia mucho tiene que ver con esto.

Es fácil hablar con el diario del lunes, ya sé. Pero, ¿qué se le va a hacer? Hoy, después de más de seis meses que nos separamos, tengo el panorama más claro. Antes, no entendía nada. La verdad de por qué nuestra pareja no funcionó es más que obvia. Éramos, sencillamente, incompatibles.

Comenzando por un simple detalle físico. Yo siempre fui más bien, rellenita. Flaca nunca fui. Gorda, lo que se dice “gorrrrrrrda”, tampoco. En realidad, gorda estoy ahora, pero mientras estuve con él estaba bien. Por otro lado, jamás me gustaron los deportes, ni ir al gimnasio y la devoción por el físico perfecto. Él, sin embargo, era todo lo contrario a mí. Siempre fue muy flaquito, desde chico. En su etapa como deportista profesional siempre estuvo en forma. Cuando lo conocí, iba cuatro veces por semana al gimnasio. La verdad, debo admitir, que apenas empezamos a salir, estaba bárbaro. Ya no jugaba en primera B, pero conservaba sus glúteos marcados, lindas piernas y abdomen chato, el típico físico de un buen deportista.

Hoy me parece inentendible nuestra relación. Yo no soy de esas mujeres a las que las seduce el físico de un hombre. Es más, siempre salí con gorditos más bien inteligentes, ocurrentes y simpáticos. Me seduce más el intelecto que los músculos. Me pregunto ¿qué hacía yo con él? Creo que jamás nadie lo entenderá, pero, dejo este comentario aparte y sigo con el relato.

Al poco tiempo de estar juntos, él se mudó al departamento que yo alquilaba. Se vino conmigo porque hasta ese momento él vivía con su abuela. Comentario al margen, era el  típico pelotudo inmaduro de más de treinta que todavía no se había independizado. Un inconfundible pendejo. Y esto da pie para citar, una razón más para considerarnos opuestos. ¡Yo vivía sola desde los dieciocho años!

¡Tantas incongruencias y disparidad me distraen! Pero voy a continuar con la historia. Acostumbrado a la comida casera y muy sana de su santa abuela que lo atendía como a un rey, de repente el muchacho se encontró conmigo, que no cocino ni un huevo frito. No salgo de los fideos con tuco, arroz con verduras y no me pidan más. Obviamente, él no sabía hacer nada tampoco, así que pedíamos a la rotisería de la vuelta del departamento. También éramos habitué de todas las casas de comidas rápidas de la zona. Conocían a la perfección nuestros gustos. Es más, casi puedo asegurar que teníamos un menú fijo semanal. Mediodía, tarde y noche era siempre la misma rutina gastronómica. Pizza, cerveza, empanadas, vino y pastas. Además, él había conseguido un ascenso en el trabajo y estaba haciendo doble turno. Esto le impedía ir al gimnasio y, como siempre fue una persona de buen comer, a los pocos meses ya había engordado más de 15 kilos. El típico caso del sedentarismo y los excesivos carbohidratos.

Pero hasta acá, todo venía bien. El problema fue cuando nos fuimos de vacaciones ese verano. En el auto íbamos yo, él y sus quince kilos a cuestas. En realidad no los llevaba a cuestas, los tenía todos en la barriga. La famosa y nunca bien ponderada pancita cervecera. 

Mi ex siempre había sido un chico muy top. Veraneaba en Punta del Este, Pinamar o el norte de Brasil con amigos. Yo era lo opuesto. Mis abuelos tenían casa en la Costa Atlántica e íbamos en familia a Santa Teresita todos los años.

Como ambos teníamos pocos días de vacaciones y habíamos planificado ir al sur en el invierno, él aceptó la idea de compartir la casa de la costa con mi hermano y unos amigos de él.  La casa era bastante grande y además, había un departamento para alquilar atrás, así que nosotros podíamos conservar nuestra intimidad.

Fuimos en su auto. Salimos el 1 de diciembre después de almorzar con su familia. Mi hermano ya estaba ahí. Había viajado hacía un par de días con sus amigos en micro. Nosotros llegamos de noche, tarde, porque el tráfico era insoportable. Él tenía un humor de perros. La casa de adelante, estaba cerrada. Seguramente mi hermano había salido, así que nos fuimos directamente al departamento a dormir para levantarnos temprano al otro día y así aprovechar la jornada.  A las nueve ya estábamos arriba. En la casa de adelante, nada. No se escuchaba ni un ruido. Golpeamos pero no salió nadie. Entonces, nos fuimos a la playa, los dos, solos. Él seguía de mal humor. Decidimos quedarnos al mediodía a comer unos sándwiches a orillas del mar debajo de la sombrilla. A mi ex no le gustaba mover el auto estando de vacaciones. Sostenía que manejar lo fastidiaba así que nos debíamos mover lo justo y necesario en el vehículo, preferiblemente, hacer todo caminando y descansar lo máximo que se pudiera.

A las cuatro de la tarde dio señales de vida mi hermanito. Había leído el mensaje que le pasamos por debajo de la puerta y nos había venido a buscar a la playa. Apareció, con una sonrisa de oreja a oreja y una rubia de un lado y una morocha del otro, ambas luciendo milimétricas bikinis. Esas eran sus “amigos”.

-          ¡Hola María! ¿Viajaron bien? Ayer no estábamos en casa cuando ustedes llegaron a la noche. Nos habíamos ido a Pinamar en colectivo a disfrutar de la noche allá. Volvimos hoy porque sabíamos que venían ustedes. Se las presento. Ella es Paulita y ella Marian. Chicas, ella es mi hermana Maria y él es mi cuñado.

Saludar a esos felinos en celo me causó repulsión. Ni siquiera me dieron un beso. ¡Me apoyaron la mejilla con una sonrisita falsa y como oliendo mierda! Yo estaba indignada. ¡Mi hermano estaba con dos mujeres de vacaciones en la casa de mis abuelos! ¡Qué asco! En eso, miré a mi novio, como buscando encontrar en su mirada un gesto cómplice que demostrara el desagrado que le producía saber que mi hermanito, un Don Juan, se estaba enfiestando con dos gatos al mismo tiempo. Pero no. Por el contrario, lo que vi en sus ojos fue un brillo extraño. Su postura había cambiado inmediatamente. Se acomodó el flequillo, se arregló la malla y metió panza. Empezó a reírse, hasta incluso hizo chistes y humoradas. Su estado de ánimo había cambiado rotundamente.

Pasamos 7 días inolvidables. Nos movimos de acá para allá en el auto. El coche de mi ex fue utilizado como remise oficial del grupo. Él se había transformado en el ser humano más servicial del mundo entero. Siempre dispuesto a llevar a las chicas a donde le dijeran. Además estaba obsesionado por su presencia y se bañaba dos veces al día. ¡Hasta se compró un perfume importado! Lo curioso y a la vez decadente era verlo meterse al mar oliendo a Dolce&Gabbana…

Por último, me queda el remate. La frutilla del postre. Lo que más disfruté de esa semana compartiendo veinticuatro horas de mi vida con mi hermanito mujeriego, dos trolas on fire y mi ex novio súper motivado por la presencia de “las bombachita veloz”. El muy pelotudo de mi ex estuvo de acá para allá intentando agradarles. Jamás pudo relajarse. Además de oficiar del “chico de los mandados” estuvo en pose todo el día, todos los días. Tenso. Claro, tenía una enorme zapán que le sobresalía producto de la buena vida. Como no la podía ocultar con nada, el pobre infeliz estuvo una semana entera contrayendo el abdomen y conteniendo la respiración. Ni siquiera la más dura de las pretemporadas en Platense pudo compararse con el trabajo de abdominales que hizo el muy boludo… ¡Los mantenía en continua tensión cada vez que uno de los felinos en micro bikini se le acercaba! ¡Hasta en un momento temí por su vida! Tenía miedo que de tanto contener la respiración se olvidara de exhalar…

17 de agosto de 2011 – Diario de Maria Pena. Incompatibles éramos, ¡gracias a Dios!


martes, 16 de agosto de 2011

Filósofos de la estupidez









"Una mujer amablemente estúpida es una bendición del cielo.”
Voltaire (François Marie Arouet)













"Un hombre amablemente estúpido es una pérdida de tiempo.”
Maria Pena









16 de agosto de 2011 – Diario de Maria Pena, como “a buen entendedor, pocas palabras” aprovecho esta oportunidad para mandarle un saludo a todos los que me conocen.


Dedicado al que le quepa el poncho…