miércoles, 1 de junio de 2011

“¡Ay, pobreeeeee…!”

Mi vida se construye a partir de una serie de fórmulas y convenciones propias del género femenino. Por lo predecible de mis historias y sus sistemáticos finales anunciados, creo que una empresa como Hollywood podría llegar a estar interesada en enlatarme en una de sus comedias románticas.
Soy una mujer de más de treinta años, torpe, con un trabajo rutinario, sin pareja estable, desagraciada a nivel estético, inestable en cuanto a las emociones y fácilmente olvidable por un hombre. 
Y bueno, me animo a decir que estoy como para protagonizar una película de enredos norteamericana porque me siento en una buena racha.   
El mes de mayo fue una aventura épica para mí y aunque nunca me gustó ostentar de mi buena fortuna, aquí dejo un resumen de los acontecimientos que marcaron los últimos treinta días de mi vida:
Salí con un tipo al que le dije “creo que te amo” en una de las primeras salidas y con eso logré que se esfumara como por arte de magia sin siquiera despedirse.
Tuve gastroenterocolitis aguda con fuertes retorcijones de panza. La cantidad de gases que circulaban por mis intestinos era tan grande que casi me proponen exportarlos al exterior.
En un ataque de ama de casa desesperada, quise dedicarme a las tareas domésticas pero casi prendo fuego el departamento y terminé internada por intoxicación al combinar distintos productos químicos para limpiar.
Me reencontré con mi ex después de seis meses de agónica espera. Lo invité a cenar, y apenas terminamos de comer, me enterró la batata. Esa misma noche salió con una rubia después de haber fingido un problema y rajarse de mi casa rápidamente. Obviamente, no supe nada más de él.
Padecí fobia social y ataques de pánico.
Logré sobrellevar un crítico caso de angustia oral consumiendo compulsivamente todo tipo de carbohidratos. Engordé más de 5 kilos.
Descubrí en mi rostro arrugas nuevas y en mi cabeza un par de canas que antes no estaban.
De casualidad, me encontré con una ex compañera del secundario que hacía más de 10 años que no veía. La yegua estaba hecha una diosa. Yo parecía un Teletubbie. Nuestra despedida se cerró con un “gorda putaaaaaaaaaaa” de mi parte ya que la muy mosquita muerta se atrevió a preguntarme si yo estaba más gorda.
Para calmar mi esquizofrenia, probé todo tipo de terapias alternativas, desde flores de Bach hasta armonización con sonidos. También me compré un libro para iniciarme en la meditación pero todavía ni lo abrí. Nada de eso funcionó.
Por último, ayer me compré un par de zapatillas nuevas porque me había propuesto bajar esos kilitos de más retomando mi rutina en el gimnasio. Salí del edificio con el entusiasmo del primer día y como para cerrar este ciclo de sucesos de mierda, pisé CACA DE PERRO. ¡Mi calzado blanco de cuero Nº38 quedó completamente recubierto por un sorete Nº45!
Y bue… Si algún productor está interesado en llevar mi excéntrica vida a la pantalla grande, no tiene más que llamarme. Si por casualidad tardo en atender el teléfono, por favor, insistan. A mi lista de desaciertos, debo agregarle “despelotada”; cada dos por tres, pierdo o me roban el celular.

1 de junio de 2011 – Diario de Maria Pena, mujer que figura en el libro de los Records Guinness como la persona a la que más veces le dijeron “¡Ay, pobreeeeee…!” del mundo entero.
(ACLARACIÓN: Adjunto la fotografía porque dicen que pisar mierda trae buena suerte; y por el tamaño de la que pisé yo ayer, creo que el futuro es muy prometedor para mí...)

5 comentarios:

  1. Jodeme que realmente ESE es el sorete que pisaste!

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  2. jajajaajaj fuera de joda! tenes talento flaca, dedicate de verdad a escribir mas alla de este blog! ...

    Andrea

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  3. El sorete era un N° 45, el de la foto es un N° 42. El que pisé era 3 números más... ¡Ja!

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  4. sos una grosa!! como me riooo!!! y bue, dicen q la mierda trae suerte, mirale el lado positivo jajajjja

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