martes, 23 de agosto de 2011

La Mancha de Lavandina


La famosa y nunca bien ponderada MANCHA DE LAVANDINA es como un enemigo oculto para nuestra sociedad. Un  peligro latente o una amenaza secreta dentro de nuestro propio hogar, capaz de propagar el pánico de manera casi inmediata.
Disimulando su verdadero instinto destructivo, utilizan el apodo de “manchas” para desorientarnos con respecto a la verdadera intencionalidad de su accionar. Pero, no son simples salpicaduras de un líquido inocente sobre nuestra ropa. Son gotas asesinas que arruinan nuestros tejidos naturales y sintéticos sin importarles nada; ni textura, ni color, ni tipo de tela, ni entramado, ni antigüedad, ni costo, ni valor afectivo, nada. No reconocen autoridad ni religión. No son simples manchitas ingenuas. No existe forma de quitarlas ni antídoto para reparar su daño. Penetran nuestros paños ultrajando su pureza de forma violenta y arrebatadora. Decoloran nuestra indumentaria deportiva, trajes de fiesta, camperas polares o hasta incluso, nuestra ropa interior, sin medir las consecuencias de sus actos. Arruinan la vida nuestras prendas sin ningún tipo de piedad. Son sádicas e inescrupulosas. Disfrutan del caos de la destrucción textil  fomentando la violencia de “género”. Son fundamentalistas de la destrucción.
Sin embargo, un gran número de ellas, ha recapacitado y se ha unido a grupos de autoayuda para canalizar su ira y convertirla en torrente de amor. Basándose en el espíritu de los años sesenta y setenta, la filosofía del “Flower Power” ha sembrado en estos seres arrepentidos la semilla de la creatividad y la paz en el mundo. Estos grupos de rehabilitación han logrado revertir ese brío violento causado por la lavandina, y convertirlo en una cálida expresión artística plasmada camisas y pantalones de aquella época, más conocida como batik.

Esta mañana salpiqué con lavandina mi buzo favorito de polar. Lo vi agonizar mientras se alejaba lentamente de mí y nada pude hacer para ayudarlo… Me dieron ganas de tomarme un litro de Ayudín puro del pico, pero por suerte, pude controlar ese repentino impulso suicida.
Ahora, que lo peor ha pasado, prefiero pensar que las modas van y vienen, y que pronto, en las vidrieras de las más prestigiosas marcas argentinas, podrán verse buzos polares decolorados o teñidos con la técnica del batik.
Ya sé que es una pelotudez,  pero si no le veo el lado positivo a esta situación, me hago el buche de lavandina y me decoloro directamente los intestinos…


23 de agosto de 2011 – Diario de Maria Pena, ¡larga vida al buzo arruinado!  Y, ¡a no perder las esperanzas!  Si alguna vez se usaron en Argentina los pantalones de “jean nevados” ¿por qué no tener la ilusión de que algún día se pongan de moda los “polar nevados” también?

5 comentarios:

  1. La lavandina y yo somos enemigas mortales. La cantidad de ropa que me he arruinado de la manera más imbécil es increíble. Creo que va ganando ella...

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  2. Ayer me dí cuenta que había arruinado la mejor chomba kevingston de mi marido con lavandina!! maldita lavandina! prometo no volver a usarla...habrá algo que la reemplace?? ufa

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  3. Mirando tu foto de gordas..y pienso al verlas desnudas..las gordas son un mundo a descubrir..que nos costará la vida...
    En cuanto a la lavandina es mala para los microbios y para los pantalones..uffff..quedan tan feos que uno los abandona sin mas..
    Saludos desde el sur

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  4. Como saco una mancha de lavandina de un Jim????

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