miércoles, 24 de agosto de 2011

¿Qué hace un gato adentro de una caja debajo de un árbol?

Dudas existenciales. Preguntas sin respuestas. Mitos y leyendas. Creencias populares. Ceremonias ancestrales. Conductas indescifrables…

Hoy a la mañana, mientras me duchaba, presté especial atención a mi violenta forma de lavarme la cabeza. Repito un ritual, una ceremonia rabiosa y encolerizada Pongo en mi mano la cantidad de shampoo acorde a mi cabellera. Una vez que el líquido viscoso se encuentra entre mis dedos, procedo a llevar mis manos rápida y compulsivamente hacia mi cabeza, y al tomar contacto con mi cuero cabelludo, procedo a sacudirlo, rascarlo, zarandearlo y hasta incluso lijarlo frenéticamente con la punta de mis dedos… No lo puedo evitar…

Esta situación de extremo avasallamiento capilar y urgencia pilosa, me trajo al recuerdo un cuento que me contaron hace un par de años…

Dicen que hace mucho, mucho tiempo atrás, en un templo budista, vivía un gato. Cada vez que los monjes se disponían a la meditación, este gato maullaba tan fuertemente que parecía como si lo estuvieran lastimando. El gato era muy querido y formaba parte de aquella comunidad, así que, los monjes no podían simplemente deshacerse de él. Fue por ello, que decidieron encerrarlo en una pequeña caja con agujeros y dejarlo debajo de un árbol alejado del templo, mientras duraba cada ceremonia. Una vez que el ritual terminaba, el gato era lberado. Varios años después, el gato murió y los monjes también; pero cuenta la leyenda, que en aquel lugar del Tibet, aun hoy, se conserva la tradición de poner un gato en una caja debajo de un árbol antes de iniciar una ceremonia.

¡Eureka! Ahora comprendo un poco más mi accionar vehemente e impetuoso contra el lavado capilar. Mi madre siempre protestaba a la hora de bañarme de chiquita. Mi pelo era ingobernable y a mí no me gustaba que me tocaran el cabello.
Es más que obvio. Debo estar copiando esa forma casi guerrera que adoptaba mi madre para lavarme la cabeza combatiendo en una lucha cuerpo a cuerpo contra mi pelo y mis brazos que intentaban defenderse.
Son pocas las veces que uno se pregunta por qué hace las cosas de la manera que las hace. Hoy he descubierto un misterio. Un posible cabo suelto. Un trauma. Una conducta enfermiza. Una posible traba a la hora de relacionarme con el mundo exterior.
Me lavo la cabeza como si estuviera combatiendo contra mi propio pelo y mi cuero cabelludo. Me lavo la cabeza igual que como mi madre me la lavaba a mí…

Esta semana lo hablo en terapia. Necesito sanar este vínculo roto entre el shampoo y mis bulbos capilares…

24 de agosto de 2011 – Diario de Maria Pena, siempre supe que en mi historia había gato encerrado... ¡Ja!

Dedicado a R.C., que no es un monje budista, pero me contó la historia del gato.

1 comentario:

  1. Yo tengo una parecida: Soy ultra angurrienta con la comida porque cuando era chica toda la familia de mi padre me sacaba bocados del plato diciendo ME DAAAAAAAAAAAAAS? y haciendo que se lo comían. Y nada, así crearon a una muerta de hambre que no comparte.

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