miércoles, 12 de octubre de 2011

Vivir sin mente, vivir sin corazón


Según Osho “Toda la función de la mente es dividir. La función del corazón es encontrar el punto de unión, para lo cual la mente está completamente ciega. La mente no puede entender lo que está más allá de las palabras, sólo entiende lo que es expresado lingüísticamente y es lógicamente correcto. No tiene contacto con la existencia, con la vida, con la realidad. La mente en sí misma es una ficción. Puedes vivir sin la mente. No puedes vivir sin el corazón.”

Leo esta reflexión y, automáticamente, vuelvo sobre mí y lo desproporcionado de mi distribución mente-corazón. A pesar de amar las estadísticas y las matemáticas, jamás me guío por ellas. Siempre prefiero arriesgarme, dejarme llevar… Así de intensos son mis actos, así de intensas son mis decisiones, así de intensas son siempre las consecuencias. Para bien y para mal.
Creo que buscar balancearme, como muchos me han aconsejado a lo largo de mi vida, es un gran error. Por lo menos, en lo que a mi vida respecta. Si fuera perfectamente equilibrada, dejaría de ser auténtica, hasta me animaría a decir, dejaría de ser feliz. El tironeo entre mente y corazón. Esa necesidad de la mente de entender y esa entrega inconmensurable del corazón que pujan constantemente por el dominio de las acciones y decisiones. Ambas pelean dentro de mí, pero siempre concluyen con el mismo ganador.
Puedo vivir sin mi mente. Definitivamente puedo, aunque apelo todo el tiempo a ella. Sin embargo, no puedo separarme de lo que siento ni de lo que dice mi corazón, aunque a veces lo intento. Categóricamente no puedo.

Perdoné muchas veces lo que no debía perdonar. Creí profundamente en grandes verdades, y también en mentiras que estaban a la vista (por no querer ver la realidad). Me equivoqué mil veces, la mayoría de ellas, por tomar decisiones impulsivas sin pensar. Tuve grandes aciertos, un gran número de ellos, como consecuencias de las elecciones tomadas por esa misma impetuosidad. En más de una oportunidad, creí morirme de tristeza; en otras tantas, sentí que volaba de felicidad.
Prefiero mil veces ser un corazón roto, que simplemente, una proporción perfecta entre mi mente y mis sentimientos.

12 de octubre de 2011 – Diario de Maria Pena, mujer de poca mente e impulsos huracanados.

Dedicado a M.M.F. y a su eterna puja interna.

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