jueves, 7 de julio de 2011

Huevos a baño María

El mutismo debe ser rápidamente combatido con frases pelotudas. El espacio sonoro debe ser ocupado sí o sí, a cualquier precio. Es como si estar callado fuera una enfermedad que hay que curar con el antídoto de la palabra inmediata. Por lo general, con conversaciones que no van a ningún lado y reflexiones carentes de sentido. En el taxi, en la cola del banco, en el almacén, en la calle, la mayor patología que nos afecta es la incontinencia verbal. Pareciera que le tenemos miedo al silencio, como si creyéramos que es de mala educación quedarse callado.
Hoy me levanté con un humor de perros. El despertador sonó pero lo apagué y me quedé dormida. Cuarenta y cinco minutos más tarde abrí los ojos. La situación era irremontable. Me tuve que tomar un taxi, pero obviamente, llegué tarde al laburo igual. Mi falta de suerte se agudizó. El taxista sufría de liviandad oral…
-         ¿No sabe hasta cuándo va a seguir este frío? – me preguntó.
-         Dicen que hasta el fin de semana – le respondí demostrando que no tenía muchas ganas de participar en la conversación.
A él mi actitud antisocial pareció no importarle.
-         Si… Esta ola de frío polar no se aguanta más. ¿Sabe cuánto pronosticaron para el día de hoy de mínima?
-         No, ni idea…
Después de esta última pregunta lo bloqueé. Le puse mute. Veía que su boca se movía pero no escuchaba lo que decía. Acompañaba sus expresiones con un “aha” acorde al tono de lo que el verborrágico tachero iba diciendo según las caras que ponía. No paraba de hablarme. De su boca emanaba una catarata de palabras que yo no estaba decodificando.
-         Y si, no somos nada… - me dijo mientras cerraba los ojos y una expresión compungida teñía su rostro.
¡A la mierda! ¿De qué me perdí? No entendía nada… ¡Si estábamos hablando del pronóstico del tiempo! Sentí una culpa terrible en el cuerpo. ¿Y si ese pobre hombre me había estado contando de su repentina viudez? No era justo. Hice el esfuerzo, e intenté prestarle atención.
-         Igualmente, yo prefiero el frío y no el calor.
-         Si, si. Yo también – le respondí mientras pretendía recuperar el hilo de la conversación demostrándole que estaba interesada en lo que me decía.
-         Lo que mata es la humedá, ¿vio? Yo me pongo esta campera y el frío me chupa un huevo. Pero cuando hace calor, no se imagina como sufro. Transpiro mucho. Siempre me traigo una camisa de repuesto porque no puedo manejar el “tasi” con tremendo barandón…
¿Dónde estoy? Me pellizqué para corroborar que no fuera una pesadilla. ¿De qué estábamos hablando? ¿Cuál era el tema de la conversación? ¿El frío, la muerte de su esposa, la humedad, el sudor? Completamente desorienta, lo escuché seguir con su monólogo:
-         Pero, chivarse los “sobacos” vaya y pase. Lo feo es cuando se te paspa ahí abajo. Usté no se imagina lo molesto que es. Catorce horas por día estoy en el “tasi”…


7 de julio de 2011 – Diario de Maria Pena, perdí el presentismo y quedé con el estómago revuelto después de imaginarme los huevos de aquel taxista cociéndose a baño María…

2 comentarios:

  1. Bueno! ese pobre hombre hace lo que puede!!! se paspa y encima "ahi abajo". El que me tomé yo un día terminó un monolo diciendo:"CÓMO NO LOS VOY A PERDONAR SI YO ALGUNA VEZ TAMBIÉN FUI HUMANO"(por Dios que es verídico)

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  2. jajajaj maría.. miráte el video de youtube que se llama MASI, ME TIRO es genial!

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