Fantasma que irrumpe. Espectro pasado de una pesadilla recurrente. Resurge un tormento acallado proclamando su resurrección; acechando mi presente con mediocres discursos fácilmente revocables, pero tan innocuos, que me confunden. Me persigue. Sin descanso. Lánguidamente. Es un gris intruso en mi cabeza. Es ese dolor intermitente que busca filtrarse inocentemente. Ingenuo se muestra. Crédulo. Casi infantil. Parece inofensivo. Espontáneo. Pero está agazapado. Lo sé. Ya estuve ahí. Ya fui víctima. Y también testigo. El problema no es creer en su fingida inocencia, sino autoconvencerme una vez más, de que aún lo necesito.
12 de febrero de 2012 – Diario de Maria Pena.
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