Suena un celular en el gimnasio. Un hombre, deja las mancuernas de lado y levantando el teléfono del suelo, contesta:
-Hola
-¿Sos vos, amor? Te escucho muy bajo.
-¡Sí! ¡Hola!
-Se escucha muy mal… Bueno, no importa. Escuchame, ¿estás en el gimnasio?
-¡Sí!
-¡Ah, bueno! Perdoname que te moleste pero quería hacerte una preguntita. Estoy acá en el shopping con unas amigas… Eh… Ehhh… ¿Te acordás la vez pasada, cuando te dije que había visto unos zapatos de plataforma divinos? Bueno, ya sé que son carísimos y que estamos a fin de mes pero, ¿puedo comprármelos? Por favor…
-Por supuesto, mi amor.
-Ah, ¿sí? ¿De verdad? Ni siquiera me preguntaste cuánto cuestan…
-No importa. Ya me habías hablado de ellos. Los querías hace tiempo. Compralos. No hay problema.
-Gracias amor. Gracias. Ehhh… ¡Ay! No sé cómo decírtelo… Esteee… Está la cartera haciendo juego también... Pero no me quiero abusar.
-Pero amor mío, con todo lo que hacés, es lo mínimo que puedo darte.
-Gracias amor. Gracias. Ehhh… ¡Ay! No sé cómo decírtelo… Esteee… Está la cartera haciendo juego también... Pero no me quiero abusar.
-Pero amor mío, con todo lo que hacés, es lo mínimo que puedo darte.
-Sos el hombre perfecto. Te amo con toda mi alma. ¡Gracias!
-De nada mi vida. Comprate lo que necesites. Te dejo que tengo que seguir con la rutina. Espero la estés pasando genial con tus amigas. Mandales un beso enorme de mi parte.
-Gracias amor. No sabés cuánto te amo.
-Yo también gordita. Un besito. Chau.
Al colgar el teléfono, el hombre se dirige a la entrada. Se apoya en el mostrador, y con una sonrisa en el rostro le dice a la recepcionista:
-Alguien se olvidó este celular cerca de las mancuernas. Lo encontré en el suelo. Te lo dejo por si lo vienen a buscar…
12 de diciembre de 2011 – Diario de Maria Pena, detrás de todo gran hombre, hay un gran engaño.
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