martes, 1 de noviembre de 2011

Un cubo rosa

Lugar: El gimnasio
Horario: 8 a.m.
Situación: Clase de Pilates
Sonido ambiente: Punchi punchi cerebro-taladrante.
Profesora: Edad 27 años, maquillada, top y calzas bien zanjeadas, voz de pito, cabellera rubia platinada, tetas hechas.

-        -  ¡Vamos chicas, que van a quedar divinas para el verano! Seis, siete, ocho, nueve y va.
-        -  No puedo más… Estoy muerta…
-        - ¡Vamos Maria! Mirá cuando te vean tus amigas en bikini... ¡Vamos, un esfuerzo más! ¡Así las matás de la envidia! Dos, tres, cuat…

No le contesté y me quedé recostada en la colchoneta esperando a que el tortuoso ejercicio terminara para el resto de mis compañeras. Yo me había rendido. Mis abdominales agonizaban. Además, la razón que me había dado para incentivarme a que continuara esforzándome era patética. Intentó motivarme argumentando lo fabuloso que sería ver como una persona, a la cual yo supuestamente quiero y me quiere, siente resentimiento por verme más flaca. ¡Qué concepto temible y perverso a la vez!
Pero lo más lamentable de todo, fue verla redoblar la apuesta.
Supongo que ella creyó que sus argumentos no habían sido del todo convincentes para mí, y que por eso yo había interrumpido el ejercicio ante la fatiga. Entonces, inmediatamente después de un perturbador relax con música de Phill Collins y su voz retumbando en mi cabeza como un chillido agudo y taladrante, sacó una foto de su bolso. Caminó hacia mí y me la entregó en mano. Era una foto de ella misma, sobre una colchoneta, con sus abdominales al descubierto, su piel bronceada y su cuerpo realizando una extraña contorsión, propia del kamasutra, donde su abdomen se lucía firme y chato.

-       -   Mirá, Maria. Así vas a quedar. Dale. ¿Sabés la cara que van a poner tus amigas cuando te vean? Se mueren de la bronca. La opción nunca es abandonar, amorosa. Cuando no puedas más, pensá en sus caras y disfrutá de verlas muertas de envidia…

Me quedé boquiabierta. Había superado ampliamente mi capacidad de respuesta. ¡Cómo explicarle que el motivo por el cual yo iba al gimnasio era para verme mejor, y no para generarles bronca a las personas que quiero! También me preguntaba, ¿qué tipo de persona lleva una foto de sus abdominales en el bolso y la tiene a mano para mostrársela a cualquiera? Después de unos segundos, entendí todo. Capaz, me la había dado porque me consideraba su amiga y deseaba verme muerta de envidia y de bronca al comparar su escultural cuerpo con el mío, rollizo y amorfo… Lo hacía, porque en el fondo me quería… Sí, sí. Me "quería" dar envidia la muy estúpida.

Sentí mucha lástima. ¡Pobre rubia mononeuronal! Había logrado dejarme muda. Quedé inmóvil ante tanta escasez. Estaba frente al monumento a la sobrevaluación del envase y la carencia de contenido. La típica rubia divina, sin demasiadas luces. Perfecta para casarse...

Pero, che. ¡Pará un poco! Al fin y al cabo, soy una envidiosa. La trato de hueca porque es linda y flaca, y ella no es TAN tonta. Hay que reconocerle, que sabe contar hasta 15, de adelante para atrás y de atrás para adelante siguiendo el ritmo de la música. También sabe subirse al escalador y no caerse, y hasta mantenerse en la cinta por más de una hora sin tropezarse. Reconoce los números 5 y 10 en las pesas y suma hasta el 50. Puede aplaudir mientras se mueve y hablar al mismo tiempo. ¡Qué mujer fantástica! ¡Versátil como pocas!  Cuando sea flaca, quiero ser como ella…

01 de noviembre de 2011 – Diario de Maria Pena. Para su cumple, y como demostración de afecto, ya estuve pensando qué regalarle. Para que vean que no le guardo ni el más mínimo rencor, acá les dejo una promoción de una juguetería con el regalo perfecto para ella…

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