jueves, 9 de febrero de 2012

Watussi


El calor era abrumante. El aire era tórrido y asfixiante. Los ánimos estaban que ardían también. Creo que para ese entonces, ambos sabíamos que la pareja estaba terminada, pero por cuestiones cósmicas que aun no puedo develar, seguíamos juntos.
Yo era una especie de Watussi, una vaca con cuernos gigantes. Estaba muy deprimida. Acorralada por mi propia falta de valentía.  Había engordado más de 10 kilos y me había dejado crecer dos enormes protuberancias en la frente para decorarme un poco la cara de orto que tenía por aquel entonces, es decir, era una cornuda consciente. Emocionalmente estaba devastada. Mi aspecto físico bien lo reflejaba.
Por otro lado, mi ex era ser completamente tóxico. Su constante, pero sutil desprecio hacia mí, eran moneda corriente en su discurso y su forma de actuar. Era subliminalmente hostil y destructivo.
Mi único refugio era mi lengua venenosa. Ese era mi escudo. Me protegía de sus ataques con irónicas contestaciones que duplicaban su ira y lo impulsaban a redoblar su apuesta para herirme. Creo que no hay nada peor para un hombre narcisista y extremadamente machista que tener al lado una mujer inteligente y verborrágica que no se calla nada.
Ambos estábamos atrapados en un círculo vicioso de mordientes palabras corrosivas. Una constante y sangrienta batalla campal de desprecios y sarcarmos…
Aquella noche, no fue la excepción. Soplaba una brisa irrespirable. La sensación térmica había superado los 40°. Un completo repaso de recriminaciones, insultos y reproches habían enviciado aun más el aire. Íbamos en el auto camino a casa después de haber pasado un fin de semana en el campo. De repente, a la derecha del camino y sobre una gran tranquera, veo escrito en un cartel, la siguiente frase “Criadero de cerdos”.
Mi ex amaba mofarse de mi gordura. Claramente, por la expresión en su rostro, él lo había leído también. Sin demasiados preámbulos y con el tono propio de un concursante de programa de preguntas y respuestas que sabe exactamente cómo rematar un tema, me dijo: “No sabía que tenías parientes viviendo por acá…" Casi sin esperar a que terminara, le respondí: "Si, mis suegros. Me extraña que no lo supieras, mi amor".
9 de febrero de 2012 – Diario Maria Pena. Él amaba mofarse de mi gordura, yo, de su estupidez. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario