viernes, 17 de febrero de 2012

Despedirnos

Insistir en perpetuar algo que llegó a su fin, es condenarse a uno mismo a quedar estancado en el tiempo, viviendo sin presente. Lo más importante es poder cerrar el capítulo, y soltar esos momentos de la vida que terminaron.
Pasé horas, muchas horas, preguntándome por qué. Por qué no había sido lo que yo había soñado. Tan grande era mi obsesión por tenerte y por entender qué era lo que había ocurrido que, hasta por momentos, sentía que había perdido la noción del presente. Necesitaba entender los por qué de todo lo que había pasado y de todo lo que no había pasado también. ¿Por qué esa enorme disociación entre lo que había ocurrido en mi cabeza y en la realidad?
El desgaste de mi entendimiento fue infinito. Mi mente laberíntica no solamente me impedía concentrarme en el presente sino que también había empezado a dañarme el cuerpo. Estaba desintegrada. Viviendo mi propia tortura mental; llorando, añorando un pasado y un futuro únicamente imaginado en mi cabeza, intangible, pero no por eso irreal, por lo menos, para mí.
La asfixia que me producía el vacío fue tormentosa. Vivía angustiada, mortificada por una constante insatisfacción. Hasta que de a poco entendí que, lo que había sucedido, había sucedido, lo que había imaginado, lo había imaginado y lo que no había pasado, no había pasado y además, jamás ocurriría. Y entonces fue que comprendí que había que soltarlo, que tenía que desprenderme de todo aquello. No podía mantener un vínculo con alguien inventado en mi cabeza. Estaba llena de supuestos y conclusiones desérticas. No podía exigirte que fueras lo que yo necesitaba que fueras y que te vincularas conmigo de la forma en la que yo te necesitaba. Y así fue. ¡Te dejé ir! Di vuelta la hoja, y me concentré en vivir de nuevo en el presente. Poco a poco te convertiste en pasado y el resentimiento fue desapareciendo. Te volví a mirar, a la distancia, y ya no encontré tantas similitudes entre ambos… Hasta incluso, esa química inexplicable, que alguna vez me movilizó por completo y que fue el motor de mi desenfrenado accionar, también se había disipado.
Mi vida es hoy. Estoy acá. Feliz. No me interesa dejar una “puerta abierta” con vos,  por si acaso. Porque creo que  desprenderse totalmente de lo que no da, nunca fue, o ya pasó, es la única forma de permitirse  vivir el presente con satisfacción.
No tengo necesidad de aclaraciones, ni de decir palabras que no se dijeron, aclarar malos entendidos o explicar el dolor de algunos silencios. Tampoco de compartir mi presente con vos. ¿Pará qué? No me interesa. Ya te dejé ir. Cerré el capítulo. Me repetí muchas veces “Yo a eso no vuelvo más.” Y no voy a volver. No por orgullo, resentimiento  o soberbia, sino porque ya no encajo ahí. No tengo nada a qué volver. Me despegué de todo eso y ya no estás en mi vida. Fue difícil atravesar el proceso de aprender a desprenderme de lo que había soñado. Pero pude. Cerré. Separé lo que había idealizado de lo que realmente había sucedido. Limpié. Me perdoné y te perdoné. Me oxigené. Me desprendí de todo y te despedí. 
Es por todo esto que ya no atiendo tus llamados, ni te respondo tus mensajes, ni lo voy a hacer. Son cosas que quedaron atrás. No hay razón para volver, y ni siquiera hay lugar a dónde hacerlo.
Los duelos los vivo sólo una vez, porque no tiene sentido despedirse dos veces de las mismas cosas si no te llevan a ningún lugar diferente…
Maria

17 de febrero de 2012 – Diario de Maria Pena.

No se puede cometer el mismo error dos veces, porque la segunda vez ya no es un error, es una ELECCIÓN.

2 comentarios:

  1. increible! todos y cada uno de esos sentimientos me describieron...un balde de realidad

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  2. y que lo digas. Somos dos

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